viernes, 16 de julio de 2010

EL PODER INVISIBLE DE LAS AUSENCIAS.

Las ausencias volvieron a hacer gala de su poder. En la semana que pasó, quedó claro que la ausencia es una forma de acción política contundente, transformadora y elocuente, tanto como la presencia, la palabra y, para estar a tono con los últimos siete días, la sanción de leyes. "Nos compramos un coche y discutimos por el cricket. Siempre le buscamos el pelo al huevo". Aníbal Fernández se quejó con su habitual tono, mezcla de barrio y chicana, por las críticas a las ausencias que facilitaron la aprobación de la ley de matrimonio gay y evitaron al kirchnerismo el riesgo de una derrota que hubiera tenido un alto costo político. En total, 9 senadores no estuvieron sentados en sus bancas al momento de votar. Más del 10 por ciento del cuerpo. Un porcentaje elevado y cuestionable si se tiene en cuenta que la discusión por la modificación del Código Civil monopolizó la escena social y mediática en los últimos días y que los senadores existen para representar a sus provincias, no para eludir el debate. Entendible y hasta lógico si se las observa desde el punto de vista de las implicancias políticas que el Gobierno se empecinó en colgar del proyecto. Carlos Reutemann, Adolfo Rodríguez Saá y Juan Carlos Romero se retiraron antes de la definición. Tampoco se pronunció Sergio Mansilla, que ya había pagado con su puesto en la Comisión de Legislación para no firmar en disidencia total el dictamen a favor del matrimonio gay. Carlos Menem y Emilio Rached hicieron equilibrio: colaboraron con el quórum y se fueron con sus votos bajo el brazo para no engrosar el rechazo. También para no afectar los planes de la Casa Rosada frente a un debate ya convertido en una guerra de posiciones entre el Gobierno y la Iglesia. Marina Riofrío y Ada Iturrez siguieron la discusión desde la cómoda distancia de los miles de kilómetros que separan Buenos Aires de Shangai. Elida Vigo se ausentó por enfermedad. En la Cámara de Diputados, que dio media sanción a la ley de glaciares, las ausencias también ocuparon lugar. Néstor Kirchner volvió a faltar para no descuidar su curioso récord de faltas. Pero no sólo por eso. También para no ser testigo del avance de un proyecto que insiste con lo que planteaba uno similar que fue vetado por su mujer y al que el oficialismo ya le quitó el cuerpo. En enero, Cristina Kirchner prefirió la ausencia a los ojos de Hu Jintao que a los de Julio Cobos. Aquella decisión, tomada en el fragor del agitado verano porteño, recobró actualidad esta semana de frío cuando, antes de sentarse cara a cara con su par chino, la jefa del Estado debió pedirle disculpas por el faltazo. La Presidenta volverá de tierras asiáticas con las manos vacías. Las trabas a la importación de aceite de soja argentino permanecen tan en pie como cuando se subió al Tango 01 hace una semana. Las ausencias y su obvia contrapartida, las presencias, también marcan el acto por el 16º aniversario del atentado terrorista a la AMIA. Del homenaje a las víctimas del ataque, que en 1994 mató a 85 personas, participarán Néstor Kirchner y Julio Cobos. Los dos, paradojas al margen, en representación de la Presidenta: uno por la vía formal y otro en uso de los beneficios de ser el primer caballero. No estará Mauricio Macri que, de viaje por Perú y República Dominicana, mandará en su lugar a tres ministros. Las previsibles críticas de parte de la comunidad judía por haber contratado a Jorge "El Fino" Palacios le llegarán sólo en forma de video. Pequeñas o grandes muestras de que en el tablero de la política la ausencia juega con buenas fichas y aparece como la mejor opción cuando de cuidar el capital político se trata.
Por Lucrecia Bullrich.LA NACION

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