lunes, 12 de julio de 2010

NESTOR KIRCHNER APUESTA A LOS JOVENES PARA VENDER LA RENOVACIÓN "K".

El ex presidente juega con la idea de presentarse en las elecciones del 2011 rodeado de políticos jovenes, en un intento por sintonizar con la demanda de cambio de la sociedad. Ganadores y perdedores del nuevo reparto de protagonismo que se macera en el poder. Todo político que aspire a mantenerse competitivo tiene que ser un maestro de su propia transformación. Algo de eso está maquinando Néstor Kirchner, para ofrecer un plat acorde a una sociedad que empieza a exhibir severos rasgos de cansancio, con el actual esquema de poder. Es que así como la fortaleza del kirchnerismo es su capacidad de asegurar gobernabilidad y promesa de continuidad de los aspectos positivos del actual modelo económico; el costado débil más evidente, es su hasta ahora casi nula plasticidad para sintonizar con un evidente reclamo de cambio. Por eso, cada día se suman nuevos indicios en el poder, de que Kirchner macera un cambio de caras, a tono con las exigencias del próximo turno electoral. Que en rigor encubre para los actuales protagonistas de la política oficial, un mensaje más inquietante que el generacional: cuando llegue la hora de la verdad, es decir cuando haya que votar, Kirchner privilegiará a los que más miden por sobre los más leales. Y si son dos los que miden bien, pues habilitará una interna todo lo imparcial que sea posible para no quedar enemistado con nadie. Es lógico, no está en condiciones de perder un solo voto. Un ejemplo claro de esta tensión se está desplegando en la provincia de Buenos Aires, donde Daniel Scioli no está logrando que Kirchner fulmine al ascendente Sergio Massa. Y es lógico que así suceda ¿Qué negocio podría visualizar Kirchner en provocar rupturas, cuando son tiempos de sumar? Para decirlo más claramente: el reinado de los ultras a comenzado su declive, acaso con la única excepción de aquellos que están destinados a la guerra estratégica del ex presidente, esto es, la pelea con Clarín. Algo de esto ya percibieron funcionarios como el viceministro de Desarrollo Social, Carlos Castegnetto, un eterno aspirante a la intendencia de La Plata. Deprimido, este ex arquero de Gimnasia y Esgrima, suele comentar por estas horas que “al final Kirchner va a volver a arreglar con Bruera”. Es que si bien la pelea de Kirchner con el actual intendente de La Plata es implacable, en la Casa Rosada también saben que es el único que puede garantizarle al PJ retener la capital provincial. No es casualidad entonces, que Bruera y Massa hayan protagonizado recientemente en Salta un sorpresivo encuentro de jovenes dirigentes con responsabilidad de gestión. Si bien el anfitrión de este seleccionado “Sub 45”, que incluyo a varios intendentes bonaerenses peronistas, fue el gobernador Juan Manuel Urtubey, lo cierto es que el ex jefe de Gabinete fue el motor de la movida. Se trató de una jugada de anticipación, al abrazo del oso que se intuye, Kirchner quiere hacer sobre su nueva presa política: los jóvenes. Una manera de decir: “ya estamos organizados, limpios y alertas para negociar como corresponde”. Es decir, no nos cuenten gratis. Tan claro como que Kirchner ya casi no aparece en fotos junto a los “viejos” del gabinete como Julio de Vido o Aníbal Fernández; y se hace acompañar a cuanto acto va por “jovenes” como Diego Bossio, Juan Manuel Abal Medina y Florencio Randazzo. Reingeniería política que subiría un escalón si además de juventud termina sumando a hijos pródigos como Massa, Bruera y Urtubey. La política es también la construcción de un guión atractivo, en el que rinde tanto la pelea despiadada (la guerra con Clarín) como el reencuentro telenovelezco. Espectacularidad del “relato” político, sorpresa, climax y final feliz, tan necesario para ganar elecciones en el “Tele- Estado” de los grandes centros urbanos, como la obra pública en el Conurbano. Operación de lifting político que además, ofrece a Kirchner el encanto adicional de reforzar el costado más endeble de la propuesta de su enemigo íntimo, el bonaerense Eduardo Duhalde. Porque si hay algo que el caudillo de Lomas de Zamora no ofrece, -basta echar una mirada sobre su entorno-, es una imagen de renovación. Puede ser de cambio, de estilos, de maneras de ejercer el poder, pero no de renovación de dirigentes. ¿Y además, porqué descartar que se sume en Kirchner a una válida especulación electoral, cierta idea de trascendencia? “Yo pongo en cargos a jovenes como Bossio, Mariano Recalde y a los otros, para que en el futuro sean los que cambien la política. Sino el futuro va a quedar en manos de los hijos de Hugo Curto”, dijo Kirchner a un grupo de jovenes k que lo fueron a visitar. Toda una definición que también revela que las heridas entre el ex presidente y los intendentes del Conurbano siguen abiertas. Es que Kirchner conoce la capacidad de estos “barones” para ejercitar el doble juego y la traición solapada. Alimenta por eso fuerzas alternativas en los municipios, como las encabezadas por las Madres de Plaza de Mayo, el diputado Martín Sabbattela y otras expresiones, con la idea de condicionar lo más posible a estos peligrosos sobrevivientes de mil batallas. Claro que la estrategia de remix de Kirchner enfrenta un desafío dificilísimo: es él quien respresenta para vastos sectores de la sociedad, la cara visible de un estilo que quiere cambiar. Realidad tan evidente como qu a esta altura, sería casi una ingenuidad subestimar la capacidad del ex presidente para modificar escenarios adversos ¿Esto implica que ya ganó?. Así como el crecimiento de la economía y el empleo del modelo kirchnerista conviven con su propia némesis, la inflación; la idea de la renovación, de sumar el cambio necesario a lo bueno conseguido, pugnan con los reflejos y las prácticas más destructivas del kirchnerismo. Pulsiones tan contradictorias como cíclicas, que el tiempo se encargará de arbitrar, en una cuenta cuyo resultado se develará en octubre del 2011, ese verdadero mes-talismán de las grandes decisiones de la política argentina.
Por Ignacio Fidanza.LAPOLITICAONLINE.

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