viernes, 14 de marzo de 2008

SOLICITADA SOBRE EL MANOSEO DE LA JUSTICIA DE LA RIOJA.

República y Justicia Independiente o el manoseo de la Justicia.
La falta de independencia de la justicia es uno de los mayores déficits de la democracia en la Rioja, que al parecer, sigue siendo adolescente y se resiste a madurar. La manipulación de la composición del T.S.J (Tribunal Superior de Justicia), es una de las causas de esa situación. Si el poder judicial no es independiente, el estado de derecho, que se asienta sobre el principio de división de poderes, indefectiblemente habrá de evaporarse hasta desaparecer. La historia, nos revela que les ha pasado a muchos pueblos, incluso aquellos que parecían fuertes. Pero, ¿quién se beneficia con el sometimiento de los jueces? Sólo aquellos gobernantes que buscan una desmesurada acumulación de poder, impúdicamente exhibido; con el cual pretenden y generalmente lo consiguen, torcer voluntades, en algunos casos con el implícito objetivo de que no se investigue lo que no conviene. Hay muchas formas de influir sobre el Poder Judicial: Remover a algún juez para designar a otro, destituir sin causa, retacear el presupuesto del sector, desoír fallos o menospreciar a los jueces para socavar su autoridad. Los políticos Riojanos, demostraron ser especialistas en el uso de estos mecanismos. Tan sólo basta con leer el listado de casos en que el Estado de la Rioja, ha alterado la composición del T.S.J, para advertir algunas directrices. Estos gobernantes, y su interminable séquito de aduladores, actúan en forma tan enceguesida que no reparan en que ese beneficio sólo dura lo que duran sus fugaces mandatos. Mientras que el daño ocasionado a la República, ha de subsistir por mucho tiempo más. Los argumentos que usan los políticos para justificar tales prácticas, tienen ribetes institucionales serios y convincentes, pero siempre encubren un peligro: el hegemonismo del político de turno, que quiere contar con “sus” jueces. “El juez al que se priva de independencia, es un juez sometido y el juez que consiente en entregar su libertad de juicio abdica de la más importante de sus atribuciones y pone en peligro la estabilidad del orden jurídico, elemento imprescindible para la vida de la colectividad”, decía el jurista Juan Silva Riestra, hace más de medio siglo. “Los jueces -anotaba el ilustre académico- deben ser independientes de las exigencias del poder, cuanto de las pasiones de los partidos”. En otras palabras, alejarse del César, que todo lo puede, menos evitar su propia caída; apartarse de la muchedumbre que, según Groussac, tiene muy cercano el zarpazo a la caricia, y mantener la equidistancia, asegurando con ella la imparcialidad, que es un atributo esencial de la justicia y la manifestación exterior de su decoro. Ante los desvíos de poder; ante las recomendaciones, o insinuaciones más audaces; ante los retos y admoniciones más irrespetuosas; ante las amenazas de juicio político – cuya idoneidad se discute, pues quien las profiere se encarga a la vez de controlar a los que deben implementar el juzgamiento. Ante estas y otras arremetidas del poder político, los jueces deben anteponer la majestad de su independencia y la incoercibilidad de su espíritu, atributos estos tan infalibles como imperecederos. Si los gobiernos pueden maniobrar sobre la justicia es porque esa práctica no conlleva, en general, mayor costo político, habitualmente nuestro pueblo está más preocupado por sus urgencias económicas, que por la calidad de nuestras instituciones. Luego vienen los lamentos, cuando la gente observa que algunos jueces no esclarecen crímenes, que encubren a los políticos o que no garantizan su derecho de propiedad. “Nunca debe darse al lobo el cuidado de la hacienda, no por que los jueces sean la hacienda, sino porque es el lobo el que debe ser vigilado”.

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