miércoles, 31 de marzo de 2010

PRIMER ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL EX PRESIDENTE ALFONSÍN Y LA AÑORANZA DE UN PAIS MEJOR.

La desaparición del líder radical revalorizó la importancia del diálogo y la búsqueda de consensos, en un contexto de crispación. Entre la memoria de los argentinos y la figura de Raúl Alfonsín se ha establecido un vínculo misterioso. Los dirigentes que, por una ocurrencia del ex senador José María García Arecha, decidieron homenajearlo en el Luna Park, a cinco lustros de la victoria de 1983, no previeron que desatarían una corriente emocional que es, hoy, un factor principal para la reconstrucción de la UCR. Tampoco la familia Alfonsín supuso, unos meses más tarde, que los restos de su patriarca serían acompañados hasta la Recoleta por una multitud dispuesta a ofrecerle, bajo la llovizna, una apoteosis sentida y silenciosa. Menos todavía se podía calcular que, a partir de entonces, la imagen del ex presidente se proyectaría sobre la de su hijo Ricardo -de impresionante parecido físico y expresivo-, hasta hacerlo figurar en las encuestas como una de las personalidades más atractivas de la política bonaerense. Está fuera de discusión quién fue Alfonsín para la historia contemporánea. En él la Argentina encontró al mejor intérprete de la compleja masa de remordimientos y expectativas que la embargaron en la posguerra de Malvinas, cuando comenzó a derrumbarse la dictadura militar. Fue el estratega más creativo para que ese pueblo atormentado, cumplido su éxodo, accediera a los beneficios de la libertad. Fue el candidato victorioso de las elecciones que refundaron la democracia y consagraron una alternancia que había sido tan esquiva. Fue el presidente que dispuso que se juzgara a los responsables de los crímenes cometidos desde el Estado durante el gobierno militar. Es comprensible que ese papel en el drama colectivo haya instalado a Alfonsín en pliegues emocionales muy profundos de los hombres y mujeres de su época. Sin embargo, aquellos servicios no evitaron que una parte extendida de esa misma sociedad condenara los aspectos más deficientes de su desempeño público. Unos le censuraron la obediencia debida y el punto final. La mayoría lo castigó por el descalabro que sumergió al país en la hiperinflación, obligándolo a anticipar su salida de la Casa Rosada. Otros esperaron, para bajarle el pulgar, a que sellara el Pacto de Olivos con Carlos Menem, operación que lo convirtió en el autor de la Constitución que, con menos luces que sombras, rige hoy a la Argentina. Hubo unos pocos que, en diciembre de 2001, corrieron hasta su casa a exigir "que se vayan todos", como si le pidieran, en su carácter de fundador, una explicación por las frustrantes prestaciones de la democracia. El balance sugiere que entre la ciudadanía y Alfonsín hubo tantos desencuentros como idilios. De allí que la valoración actual de su figura plantee un enigma por desentrañar. Esa restauración no deviene de un proceso lineal. Cobija una revisión. Se trata de una puesta en valor, de una recreación deliberada, de un hecho político. La memoria es un animal extraño. Al enfocarse sobre el pasado, habilita un abordaje nuevo del presente. Pero ese giro retrospectivo también se inspira -lo saben los historiadores como los psicoanalistas- en los problemas que agitan la actualidad del que recuerda. Son las preocupaciones de hoy las que dotan de sentido a los sucesos de ayer. Gracias a esta doble dirección de la historicidad, cada presente modela su propio pasado. La beatificación de Alfonsín dice mucho sobre él, y mucho sobre el contexto en el que ella se realiza. Este Alfonsín estilizado, enaltecido, es el Alfonsín que corresponde a la pesadumbre cívica de estos días. Acaso esta exaltación no llegaría a producirse fuera del pesado ambiente de una crisis que amenaza con volverse crónica. Los partidos tradicionales se pulverizaron. Los que venían a reemplazarlos no terminaron de crearse. El ágora fue ocupada por individuos con llamativas dificultades para convertir sus ensoñaciones biográficas en proyectos colectivos. El debate político perdió toda vibración intelectual. La oposición no consigue superar el narcisismo de las pequeñas diferencias, que es como Freud llamó a la compulsión por distanciarnos de lo que nos resulta más familiar. Sobre esas ruinas, emerge el liderazgo siberiano de los Kirchner, quienes con su propensión al atropello y su fascinación por los pactos corporativos traicionaron la oferta modernizadora que habían formulado cuando llegaron al poder. Es comprensible que, al contemplar este paisaje, una parte de la ciudadanía gire la cabeza hacia Alfonsín y redescubra en sus virtudes las promesas que la democracia todavía no ha cumplido. Allí está, antes que nada, la vocación por negociar y por dialogar. Es decir, la capacidad para percibir al otro y legitimar su diferencia. No era una debilidad. Era un talento. El de tramitar el deseo, el de formularse objetivos de poder, sin que la propia ecuación suprimiera al adversario. Alfonsín es también el intento de basar la acción colectiva sobre un fundamento conceptual. Era un seductor, pero se empeñó en encontrar los términos de una ética que justificara el liderazgo. A esa pretensión se deben los libros que escribió en el último tramo de su vida. Allí está el itinerario de sus lecturas en busca de la vieja piedra filosofal: el equilibrio entre la libertad y la igualdad. El rescate de Alfonsín promueve también la emoción por la decencia. La añoranza por un ejercicio del poder tan austero que jamás nadie creyó necesario pedirle una declaración jurada. Es posible, entonces, que el reajuste de la imagen de Alfonsín no se agote en un mero ejercicio necrofílico. Que sea un alegato sobre lo que buena parte de la ciudadanía sigue esperando de la política. Un reclamo hacia el Gobierno y una advertencia para la oposición. Un indicio inquietante de que muchos electores sienten hoy que un muerto los representa mejor que muchos vivos. Tal vez, Alfonsín esté expresando la añoranza de los argentinos por lo que fueron. La denuncia de lo que ya no son. El anhelo de lo que quieren ser.
Carlos Pagni.LA NACION

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