El plan para atraer el voto de la clase media y media baja recurre a una técnica antigua que ahora adquiere impúdica virulencia. Supera las maldades del fraude, porque ni siquiera muestra su objetivo perverso. Considera a los electores como unos imbéciles que se domestican con pequeños regalos, de los cuales los subsidios constituyen el paradigma por excelencia. Vuelven a tener fuerza los espejitos de colores, que se han estado usando, y ahora se los usará con más intensidad. De este modo los dueños del Estado esperan conseguir una creciente alienación de vastas franjas sociales, para continuar siendo los dueños del Estado. No ha sido suficiente el clientelismo que han cultivado hasta hoy, sino que esperan multiplicarlo de forma geométrica. Habrá dinero para muchos que -se espera- vendan su alma cuando lleguen las elecciones. Los obsequios interesados se disfrazan con mentiras como "mejor distribución del ingreso" y otras verdades a medias. No hay tal distribución del ingreso ni una real política de inclusión. Los mayores ingresos terminan y terminarán en los sacos sin fondo de quienes ejercen el poder (y sus amigos). Con esos espejitos de colores no se consiguen inversiones importantes ni el país podrá acercarse al desarrollo de vecinos que crecen sin cesar como Brasil o Chile. Sólo apuntan a enceguecer, anestesiar, engañar. Los problemas medulares de la Argentina, derivados de su notoria impredictibilidad y anomia no se corregirán con estas medidas. Para nada, desgraciadamente. Cuando pretenden hacernos creer que se despliega una política de inclusión y progreso, no se enrojecen. No existe tal propósito, porque ni siquiera se esfuerzan en demostrar que tienen una visión estratégica. Las incesantes iniciativas no responden a un plan serio, bien elaborado, sino a ocurrencias que sólo buscan retener los instrumentos del poder. Tomemos como ejemplo uno de los espejitos de colores. Se refiere a las computadoras que se entregarán de forma gratuita a 3 millones de estudiantes. Este plan fue bautizado con un título pomposo: "Conectar - Igualdad". Ideológico. O falsamente ideológico. Suena bienintencionado y moderno. Pero esa iniciativa ya la puso en marcha el gobierno de San Luis con su "Sistema de Educación Tecnológica Digital" y la extensión de wi-fi a toda la provincia. Y luego la presentó también la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en su "Plan Integral de Informática Educativa". Para colmo, ya nos habían ganado nuestros vecinos uruguayos. Allí pusieron en acción en Plan Ceibal, sin trampas de corto alcance. Involucra a los niños y su familia, los maestros y la escuela. Responde a un programa diseñado con cuidado y responsabilidad. En la interacción radica el verdadero beneficio. Los niños son estimulados a convertirse en los abanderados de un nuevo horizonte familiar y social. La computadora es una herramienta que debe ser usada de manera correcta, bajo muchas miradas confluyentes. En Uruguay no se "regalan" así nomás millones de unidades como si fuese papel picado. Y sin datos precisos sobre los negocios que rodean semejante inversión. Como dice Tomás Gershanik, no se aprovechan las experiencias pasadas como las de educ.ar , por ejemplo. La decisión del gobierno nacional carece de mirada a largo plazo. Responde a un golpe de estilo demagógico y populista. Podría ser un excelente plan si se lo pensara desde el federalismo que tanto se ha debilitado. Para ello, deberían involucrarse todos los niveles de la nación, las provincias y los municipios. El objetivo debería ser la inserción de la Argentina en el siglo XXI, no asomar la nariz de manera vacilante y seguir afuera. Para lograrlo es importante el diálogo y sumar consensos, características que a este gobierno nacional le produce urticaria. La díada reinante quiere todos los aplausos sólo para sí. A este reparto de computadoras se añadirán créditos para comprar viviendas y autos. En el conurbano -cuyos votos no hay que perder- se entregarán de forma gratuita 750.000 decodificadores de TV digital cuanto antes, para que no se pierdan el Mundial de fútbol. Este plan llegará a más de un millón hasta fin de año. Si estas medidas fuesen el producto de un proyecto sólido y patriótico, no tendría porqué haber sido cocinado en el círculo hermético del poder y generar tantas sospechas. Sus presuntos beneficios no se proyectan hacia el futuro como una pista segura de despegue, menos de vuelo. Además, insiste en el insalubre método de usar las partidas de un modo arbitrario. Los enormes recursos que se necesitarán para estos espejitos de colores serán extraídos de los fondos que pertenecen a los jubilados, el sector que desde hace cincuenta años padece una rapiña continua, voraz e impune. Como ha señalado Jorge Rosales, el olfato de los demagogos a veces puede equivocarse. En efecto, ya se usaron los espejitos de colores en las últimas elecciones legislativas. Su discrecional reparto, con acento en el cinturón que rodea a la Capital Federal, no dio los resultados previstos. Pero el matrimonio gobernante no quiere reconocer que ese clientelismo les ha fallado. Al contrario, con su característica negación de la realidad, opina que no fue suficiente. Sigue obstinado en considerar a los electores argentinos como tarados que se pueden comprar con las maniobras usadas ante varios Borocotó, gobernadores, jueces, periodistas, empresarios, sindicalistas, intendentes, líderes barriales y jefes de piquetes. Pero, tras muchos años de embustes, una porción de ese electorado aprendió que le conviene aceptar los regalos y, cuando llegue al cuarto oscuro, votar por el que mejor le parezca.
Por Marcos Aguinis.
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