sábado, 22 de junio de 2013

TALAMPAYA: LA NAVE INSIGNIA DEL TURISMO RIOJANO

El Parque Nacional Talampaya se ha transformado en el símbolo del turismo riojano y año tras año es visitado casi a diario por turistas no sólo de distintas provincias del país sino también de todo el mundo. Entre paredones rojizos, sus farallones relatan la historia de 250 millones de años del reptar de los primeros dinosaurios y luego del hombre primitivo. Talampaya constituye una postal única digna de ser descubierta en un viaje a los orígenes de la tierra misma. El Parque Nacional Talampaya es el destino turístico más emblemático que tiene la provincia. Un lugar signado por una historia enriquecida por pueblos originarios y donde la naturaleza socavó cada rincón en sus rocas dejando al descubierto huellas del origen de la vida. El inapelable trabajo del viento y la erosión, han dado forma a cada recodo del paisaje otorgándole caprichosas esculturas naturales de gran tamaño, fuera de toda escala humana, en ese inmenso desierto rojo. “El Murallón”, “Los Cajones” y “Ciudad Perdida” son las esculturas más destacadas que se pueden apreciar en Talampaya. Se trata de farallones protagonistas de 250 millones de años en estas tierras por la que reptaron los primeros anfibios al emerger de las aguas, allí donde también fue hallada la osamenta del Lagosuchus Talampayensis, uno de los dinosaurios más antiguos jamás encontrado.Talampaya se ubica a 250 kilómetros de la ciudad Capital y a 50 kilómetros de la ciudad de Villa Unión, en el Departamento Felipe Varela y fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO. En el Parque Talampaya se recrea a escala real un sendero con las especies de dinosaurios que habitaban la zona, y donde además la esencia de un pasado originario deja al descubierto petroglifos que atesoran vestigios de las culturas Ciénaga y Diaguita, entre los siglos III y X de nuestra era. Esas huellas sobre las piedras atestiguan el modo de vida de estos pueblos originarios mediante morteros cavados en la roca, utensilios y petroglifos tallados de animales como guanacos, pumas y ñandúes, como así también de seres humanos. La visita a Talampaya comienza en el km 144. Allí se ubica el acceso al Cañón de Talampaya y se emplaza el Complejo Turístico inaugurado el marzo de 2006. Bajo la normativa de la Administración de Parques Nacionales, las diferentes excursiones se realizan en vehículos y permanente asesoramiento de guías especialmente capacitados. El Cañón de Talampaya forma parte de la región del Valle del Bermejo, a pocos kilómetros de las localidades de Villa Unión y Pagancillo, lugares de tranquilidad y remanso para alojarse y disfrutar de la paz que transmite el aire precordillerano. Creado especialmente para contar la historia de los primeros habitantes del Período Triásico, a lo largo de una senda de 230 metros, comienza un nuevo circuito que por orden cronológico recrea las especies de dinosaurios que habitaban en la zona. Estas réplicas artísticas a escala natural, en fibra de vidrio y resinas sintéticas están dispuestas junto a pérgolas con bancos y señalética interpretativa, que permite conocer en detalle las características particulares de la flora y fauna que habitaron estas tierras. En la temática dispuesta se hace un recorrido por quienes antecedieron a los dinosaurios. Los arcosaurios fueron quienes habitaron la formación llamada Los Chañares. Estos primitivos ejemplares en el mundo responden a nombres como lagerpentón chañarensis, el lagosuchus talampayensis y el largenpentón. En el Cañón de Talampaya, el recorrido comienza por el cauce del Río Seco Talampaya, donde los trayectos son realizados en cómodos y modernos vehículos dispuestos que detienen su marcha en cada una de las estaciones que componen este itinerario, en el que se realizan pequeñas caminatas para interactuar con la espectacular naturaleza del lugar. A través de enormes paredones rojizos de 150 metros de altura, esta excursión te permite conocer la irregularidad de las paredes que se abren y cierran a cada paso, brindando una atmósfera de ensueño al viajero. La excursión consta de cuatro estaciones: la primera de ellas se llama Petroglifos y allí el visitante podrá descubrir el lenguaje de nuestros antepasados prehistóricos en los grabados de piedra, que exponen milenarios dibujos y formas en relieve. La segunda estación es el El Jardín Botánico, está situado en el medio del gran Cañón, y en ella se realiza una caminata por un bosque representativo de la ecoregión del monte, hasta llegar a la Chimenea, una geoforma característica tubular de 150 metros de altura, donde se puede escuchar el famoso “eco de Talampaya”. La tercera estación es La Catedral Gótica, ubicada en la pared sur del Cañón. Este inmenso muro vertical de piedra, contiene formas que simulan las torres de una catedral gótica. La última estación es El Monje. Se trata de una formación rodeada por piedras erosionadas de 40 metros de altura. Cañón Cajones de Shimpa, es una extensión de la primera con una duración de 3 horas y se realiza al regresar de la estación El Monje. A la altura de La Catedral se desvía el camino unos 6 kilómetros para poder acceder a la excursión homónima. Poblado de algarrobos donde el Cañón no supera los siete metros de ancho y los paredones rondan los 80 metros de altura. Un Safari a bordo de un camión 4x4, permite disfrutar a pleno la experiencia de sentir la naturaleza y la inmensidad del Cañón. Complejos y arenosos caminos generan una adrenalina que hacen sentir al visitante el centro de una experiencia única. Este singular atractivo como reservorio del comienzo de la vida, es el sitio inmaculado que despierta gran interés a la hora de elegir vibrar al son de la naturaleza. Provistos de un par de biloculares, una cantimplora con agua fresca y calzado cómodo, el trekking por lugares de insólita belleza, marca el inicio de este viaje a los orígenes de la tierra, donde el sonido de la naturaleza convierten el día en inolvidable. Un paseo de dos a tres horas hacia “Quebrada de Don Eduardo” es deslumbrante, donde la perspectiva –entre subidas y bajadas- te muestran un paisaje absoluto y diferente a las clásicas vistas del parque. A cielo abierto, sobre los paredones verticales y grandes rocas, se halla una gran cantidad de grabados figurativos -antropomorfos y zoomorfos- y abstractos -geométricos diversos- que expresan una fusión armónica entre naturaleza y cultura, siendo este lugar uno de los más relevantes del arte rupestre argentino. El área protegida corresponde a una muestra de monte y se encuentra en eco-regiones de monte de sierras y bolsones, pre-puna y chaco seco. El Parque Nacional preserva una importante riqueza arqueológica. Los primeros hombres entre los años 640 (a.c.) y 1.180 (d.c), utilizaban cuevas y aleros como viviendas, depósitos y enterratorios. Entre los grabados concretos se destacan particularmente los guanacos, en los que se puede diferenciar un período temprano y otro tardío. Los del primero resaltan el valor estético y se reproducen en varios sitios con perfección de similitud en su concepción y realización. Probablemente los grabados -o bajo relieves- pertenezcan a alguna etapa influenciada por Ciénaga o Cóndor - Huasi. Las huellas en la roca, muestran claramente las manifestaciones del hombre primitivo dedicado a la ganadería, tal es el caso del arte rupestre que se reproduce una escena real de caza, aunque también combinaciones de otros elementos gráficos como signos quizás de rituales propios. Es uno de los más grandes yacimientos del NOA. Está formado por altos paredones verticales de más de 100 m de altura, que enmarcan un cañón o quebrada en cuyo pie, caídos desde arriba, se halla el grupo principal de petroglifos. En el parque Talampaya han quedado testimonios de los períodos agro alfareros temprano, medio y tardío.

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