sábado, 30 de mayo de 2009

HOY OBSERVAMOS EL DILEMA ÉTICO DE ALGUNOS CANDIDATOS.

Es una burla que la ciudadanía vote por alguien que luego decidirá si asume la nueva función o permanece en su cargo. Los recientes fallos del juez federal con competencia electoral en la provincia de Buenos Aires, Manuel Blanco, sobre candidaturas testimoniales y domicilios de los candidatos resultan cuando menos contradictorios en su doctrina de la flexibilidad, según se refieren a candidatos por el oficialismo o la oposición. Los requisitos estrictos que son aplicados por el magistrado en un caso son pasados por alto en otros. Pero más allá de los matices discrecionales a los que nos tienen acostumbrados algunos jueces que miran con mayor atención al Consejo de la Magistratura que a su obligación de impartir justicia, en lo concerniente a la candidatura del actual gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, el fallo revela la ambigüedad con la que éste responde cuando se alude a la opción que le plantean las próximas elecciones. Dice el juez Blanco en su sentencia: "[Si] se reconociera en dichas declaraciones [las de Scioli] una renuncia anticipada a la banca legislativa a la que podría acceder, no puedo dejar de señalar -porque constituye un hecho notorio- que es posible encontrar otras muchas difundidas por los mismos medios, que traducen la voluntad contraria". Es decir, el gobernador de la provincia argentina más importante, capaz de definir elecciones sólo por su peso relativo, admite que su candidatura a legislador es sólo al efecto testimonial, pero después expresa lo contrario. Esta situación de lamentable vaguedad en la que se maneja Scioli y que resulta proverbial cada vez que enfrenta a los periodistas que lo interrogan al respecto, lejos de perjudicar su posición judicial parece haberla favorecido. La Justicia no ha podido determinar si será diputado y renunciará a su cargo de gobernador, o si continuará en esa función, previa dimisión a su banca. Institucionalmente, el tema es deplorable. Lo es mucho más cuando se advierte que también el vicegobernador de Scioli ha seguido ese camino de la candidatura legislativa y, con ellos, unos cuarenta intendentes de la provincia de Buenos Aires en el orden comunal. La moda testimonial, ensayada tímidamente en elecciones anteriores por Rafael Bielsa, Alicia Kirchner y Ginés González García, ha logrado su consagración definitiva. No sólo en el plano de la doctrina constitucional y de la teoría de la representación, cuya elaboración ha demandado grandes esfuerzos y no pocas luchas civiles, la cuestión planteada resulta inadmisible. Lo es también en el aspecto personal y en la consideración que debe merecer un gobernante para ser respetado por sus gobernados. Sobre todo, en el valor que se le asigna a la palabra empeñada y en la credibilidad que de ella se deriva. ¿Cómo se ha de sentir Scioli ante la disyuntiva de abandonar el honroso e histórico cargo de gobernador de Buenos Aires para asumir una banca que ya ocupó en el comienzo de su cursus honorum , en 1997, cuando Carlos Menem lo lanzó a la vida política? Si no tiene pensado hacer eso, ¿cómo se sentirá cuando defraude la voluntad de millones de electores que hayan decidido elegirlo para que los represente en el Congreso de la Nación? "Dilema ético" podrán decir quienes creen que la política se agota en mezquinos enfrentamientos agonales y en astucias electorales. Pero, en realidad, esos dilemas éticos y su solución acertada son los que indefectiblemente distancian a quienes son sólo políticos oportunistas de los auténticos hombres de Estado. Entre ellos, algunas de las candidaturas rechazadas por el juez Blanco quizás ameriten una revisión por reunir los requisitos correspondientes; otras, en cambio, parecen una burla a la inteligencia. Esas decisiones muestran la calidad de las personas y explican mejor que nada su real envergadura. No hay sentencia judicial, por generosa que pueda ser, que reemplace al hombre frente a su destino. En muy pocos días más, los pobladores de la provincia de Buenos Aires sabrán, por fin, cuál es la verdadera dimensión ética del hombre que hoy los gobierna.

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