jueves, 1 de julio de 2010

KIRCHNER CONSTRUYE SU PROPIA DERROTA.

Es natural que Néstor Kirchner quiera reunir a todo el peronismo en una misma competencia por la candidatura presidencial. El se ha convencido, con bastante lógica, de que sólo recuperará el poder perdido si emerge triunfador de una gran interna abierta. Por eso resultan más incomprensibles las hostilidades que está dedicando a los demás dirigentes que deberían participar de ese torneo. En las últimas semanas, varios candidatos del PJ disidente recibieron a emisarios de Olivos con la promesa de que el desafío que propone Kirchner es honesto. Después esos mismos candidatos reciben a otros emisarios menos amigables que les propinan agresiones. Llegan de parte del mismo Kirchner. Los eventuales rivales peronistas del santacruceño comienzan a sospechar que la invitación a participar de un torneo franco está envenenada por la hipocresía, es decir, conduce a una trampa. Esa tesis, cuyo expositor precoz es Felipe Solá, puede ser cierta. Pero tal vez le falte un matiz. Es posible que, como tantas otras veces, Kirchner no consiga alinear su conducta con sus intereses y que sus ataques encubran cierto espíritu suicida. Es decir: que entre él y los peronistas que se le oponen se reproduzca la remanida historia del alacrán y la rana. Tal vez Kirchner no termine beneficiándose con la violencia que siembra en el PJ. Pero esa violencia está en su naturaleza. Kirchner no sólo habla en público de su disposición a habilitar una competencia franca por la candidatura presidencial de su partido. En las conversaciones con su círculo íntimo ratifica ese propósito. Hasta sugiere que, en homenaje a sus rivales, podría ceder la mayoría de la junta electoral del peronismo. Correos del zar divulgan después ese mensaje entre los dirigentes de esa fuerza. Juan Carlos Mazzón, por ejemplo, dialoga con Mario Das Neves. Y, al parecer, avanzó bastante con Eduardo Duhalde. Hace un par de semanas lo elogió diciendo que "sin Duhalde no existiría la Argentina". Varios duhaldistas vieron en ese piropo un anzuelo, no un diagnóstico. Duhalde también recibe a Juan José Alvarez, que en estas semanas milita en el kirchnerismo. Jorge Landau, el apoderado del partido, también tiene línea habilitada con Lomas de Zamora. Los comunicados son siempre parecidos: habrá juego limpio. Hasta ahí, las palabras. Los hechos van por otro camino. Anteayer, cuando abandonaba con su esposa el programa de Mirtha Legrand, Duhalde fue víctima de un ataque de piqueteros que lo acusaron por las muertes de Kosteki y Santillán. Duhalde denunció que "son las cooperativas de escrache que maneja el hijo de Kirchner, que aparecen siempre con los mismos carteles". Del tumulto participaron agrupaciones denominadas La Trifulca y Lobo Suelto. Nadie puede reprocharles que no avisaron. Un día antes que a Duhalde, a Felipe Solá le sucedió algo parecido en San Nicolás. Esta vez fueron militantes de la filial local de la Uocra -enfrentada con la conducción nacional de Gerardo Martínez- que irrumpieron en un acto insultando a Solá y vivando a Kirchner y a José María Díaz Bancalari. Das Neves denunció que el mismo sector interno de la Uocra lo viene castigando a él cada vez que se presenta en público, con la excusa de algunos enfrentamientos ocurridos en su provincia, Chubut. Francisco de Narváez es otro a quien llegan los mensajes pacificadores de Olivos. Pero, al mismo tiempo, los inspectores de la AFIP lo acosan en algunas de sus empresas. De Narváez conoció males mayores: durante la última campaña electoral le armaron una causa para involucrarlo en el tráfico de efedrina. El instrumento fue el juez Federico Faggionatto Márquez, luego destituido con los votos del oficialismo. Faggionatto tal vez sea un precursor de Norberto Oyarbide. A este juez también se le encargó un cometido electoral: acorralar a Macri con la causa del espionaje clandestino, hasta que desista de postularse a la presidencia. Es la manera que encontró Kirchner de suprimir una opción extrapartidaria muy atractiva para los votantes del PJ. Si el peronismo disidente alcanza esa configuración electoral unificada, Kirchner entrará en zona de turbulencia. Ese club se vuelve día a día más orgánico. Hoy se reunirán sus cuadros técnicos en un hotel porteño para comenzar el borrador de una plataforma. Desde ese ángulo llegan las embestidas más dolorosas. Si bien el escándalo parlamentario de las supuestas coimas bolivarianas es una construcción multipartidaria, no se puede ocultar que su principal estratego es Alfredo Atanasof -hombre de De Narváez y Duhalde- a quien ahora se sumará otro peronista opositor, el cordobés Eduardo Mondino, que cuando era defensor del pueblo recibió 22 denuncias sobre sobornos. Sin embargo, el poder de fuego del PJ Federal no es parlamentario, sino territorial. En ese club están De Narváez y Carlos Reutemann y podría estar Mauricio Macri. Son los vencedores de los tres distritos más importantes del país en las elecciones de un año atrás. La posible anexión de Macri se seguirá demorando: hoy sería una señal prematura de que el grupo decidió no darle la interna a Kirchner y de que la renuncia de Reutemann a la presidencia es irreversible. El santafecino sigue negando esa pretensión y, de vez en cuando, murmura que podría ser vice de Macri; mientras tanto, los contenidos de su página www.carlosreutemann.com.ar siguen siendo los de alguien que aspira al premio mayor. Alrededor de estos dirigentes orbitan algunos satélites importantes: Juan Carlos Romero en Salta, Jorge Busti en Entre Ríos, Ramón Puerta en Misiones. Es posible que se reincorpore José Manuel de la Sota, ya que fracasó su negociación con Kirchner. También Juan Schiaretti terminaría en ese redil. Al menos es lo que Guillermo Seita le acaba de prometer a De Narváez, su nuevo contratista. Las hostilidades de Kirchner con los peronistas alejan un acuerdo. Sin ese acuerdo, él no podría aspirar a superar el 40% de los votos y debería prepararse para un ballottage. En todos los escenarios razonables, hoy Kirchner perdería ese ballottage. Por lo tanto, al no poder superar su habitual belicosidad, Kirchner está construyendo su propia derrota. Tal vez sea una ingenuidad imaginar que Kirchner puede pactar con sus compañeros de partido. En principio, porque un entendimiento real excede en mucho el reparto de la junta electoral. Supondría que el candidato del Gobierno renunciará a utilizar el Estado (publicidad, inteligencia, Justicia adicta), la publicidad oficial, la manipulación del aparato de inteligencia y de los jueces que se le subordinan, la distribución extorsiva de subsidios y obras públicas. Además, habría que admitir que quien, llegado el caso, derrote a Kirchner, llevará igual en sus listas a Carlos Kunkel, Julio De Vido o Diana Conti, representando a la minoría. Las diferencias internas son tan grandes que hacen imposible esa composición. Existe una dificultad más importante: para pactar con transparencia las reglas de una competencia, Kirchner debería admitir que la disidencia de su rival es legítima. Y eso, ya se sabe, no está en su naturaleza.
Carlos Pagni. LA NACION

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