lunes, 19 de julio de 2010

TIEMPO DE COSECHA PARA LOS KIRCHNER.

Vacila el futuro político de Mauricio Macri. Tres jueces que no cargan con el desprestigio público de Oyarbide coincidieron en que existen elementos suficientes como para procesar al jefe del gobierno capitalino por el delito de asociación ilícita. ¿La sentencia está bien fundada? ¿Hay intereses políticos detrás de esa resolución? Ninguna respuesta podría ser honesta si fuera categórica. Los indicios son contradictorios, como son distintas las miradas de juristas y de políticos opositores. Personas irreprochables reconocen solvencia en la decisión de esos jueces; otras, tan impecables como aquellas, están seguras de que prevaleció una conspiración de Néstor Kirchner. Kirchner tiene un antiguo temor con nombre y apellido. Es Macri. Su visión demasiada ideológica de la vida y de la política le advirtió siempre que la sociedad argentina podría polarizarse en algún momento entre él mismo, como una expresión de centroizquierda, y Macri, como represente de la centroderecha. Por eso, lo maniató como jefe del gobierno y le escamoteó todos los recursos posibles. Hasta la resolución de Oyarbide, y sobre todo después de esta, la popularidad nacional de Macri resistió aquellos embates. Ahora se inició otra etapa en su carrera política. Más allá o más acá de las encuestas, el líder porteño les debe una explicación a la política y a la sociedad. El camino obvio de culpar a Kirchner es previsible, pero insuficiente. Si hay algo que los políticos deben esperar siempre es el uso y abuso que sus adversarios harán de sus errores. ¿Macri cometió errores? Hay uno, al menos, que es evidente: la designación como primer jefe de la Policía Metropolitana de un comisario retirado, Jorge Palacios, que venía con la carga de todos los defectos y las luchas internas de la Policía Federal. ¿Hay más errores? ¿Le puso condiciones a Palacios? ¿Controló la gestión de su viejo amigo? Macri deberá enfrentarse, seguramente, con una comisión investigadora en la Legislatura. Elisa Carrió y el radicalismo, que controlan parte importante de ese cuerpo, adelantaron ya que no podrán ignorar la nueva situación del jefe del gobierno. Carrió dijo que actuará con "seriedad y responsabilidad institucional". Ella tiene una muy buena relación personal con el jefe del bloque macrista de la Cámara de Diputados, Federico Pinedo, a quien le informará con anticipación de cualquier decisión de su partido. La deshora de Macri tiene consecuencias en la política nacional. Los cuatro líderes más importantes de la Cámara de Diputados (el radical Oscar Aguad, el peronista disidente Felipe Solá, Carrió y el propio Pinedo) han enhebrado una relación en la que mezclan la sinceridad con la voluntad de acordar. Disienten a veces, pero nunca dejan de hablar como buenos amigos. Las estrategias de Carrió y del radicalismo (adelantada por la diputada Silvana Giudici) se parecen mucho: crear una comisión investigadora en la Legislatura para darle tiempo a la Cámara de Casación, que deberá resolver en los próximos dos o tres meses la nueva apelación de Macri. Ninguno se plantea ahora separar a Macri de sus funciones, pero todos estiman que esa decisión sería inexorable si Casación confirmara en tercera instancia el procesamiento del jefe porteño. El destino de Macri vacila en los despachos judiciales de la Cámara de Casación. Macri es el primer gobernante procesado por el presunto delito de intervención de teléfonos. La Justicia le cayó justo a uno que no tenía en su listado, personal al menos, a políticos opositores ni a sindicalistas ni a periodistas. El espionaje de Kirchner les interviene los teléfonos hasta a los legisladores amigos y a todo el universo no kirchnerista, incluidos empresarios, sindicalistas y periodistas. Esta denuncia se ha hecho ya muchas veces y ningún fiscal actuó nunca de oficio. La ausencia de la privacidad en las conversaciones telefónicas es grave para cualquier noción de una vida democrática. No importa si el culpable de esa desaparición es Kirchner o es Macri. Desde ese punto de vista, el precedente de la Justicia en el caso Macri no es malo, si fuera sólo el primer paso hacia una investigación más profunda y amplia sobre el corrosivo método de cualquier poder de intervenir teléfonos de personas públicas. La resolución de la Cámara tuvo dos lecturas. Hay quienes afirman que para un procesamiento no se necesitan tantas pruebas (que no las hay) y que vale sólo la concatenación de hechos y la deducción de los jueces. Las pruebas son indispensables para estos sólo cuando la Justicia condena. Otros afirman que el procesamiento necesita también un mínimo de pruebas y que en el caso de Macri ellas no están. Antes que su pendencia con Kirchner, Macri debería componer la relación con su padre. Franco Macri fue el que ordenó la intervención telefónica de su yerno, según confesó ante el juez, intervención que resultó una de las pruebas que pesaron en la Justicia para procesar a su hijo. El propio patriarca de la familia Macri declaró en los últimos días que lo quiere a su hijo, pero que confía más en Kirchner. Mauricio Macri no necesita de Kirchner para tener enemigos. Kirchner concluyó, así, una semana en la que, objetivamente, se oxigenó. Se adueñó, también, de una decisión parlamentaria que amplia los derechos civiles, con la definitiva sanción senatorial del matrimonio gay, aunque esa iniciativa no le pertenece. Es cierto que Kirchner presionó a muchos senadores y el caso más patético es el de Carlos Menem, que ya angostó su ambición de futuro a ser sólo senador de por vida. Pero es cierto también que, en última instancia, prevaleció en el Congreso una controversia entre el principio de igualdad, que es el que triunfó, y los principios religiosos. El trámite de ese proyecto muestra la lejanía del kirchnerismo. Fue originalmente un proyecto de dos senadoras socialistas que contaron con el apoyo de la diputada Vilma Ibarra, autora de la primera iniciativa en ese sentido. El propio Macri contribuyó a darle un barniz consensual cuando decidió no apelar la decisión de una jueza capitalina que autorizó un matrimonio gay; ya no era sólo el progresismo el que veía el asunto con buenos ojos. Y en la instancia final votaron a favor del proyecto los senadores radicales Ernesto Sanz, presidente de su partido, y Gerardo Morales, titular del bloque radical. Son los dirigentes que tienen los cargos de mayor responsabilidad dentro del radicalismo. ¿Qué mejor prueba que esa de que se trató de una decisión que iba mucho más allá del kirchnerismo?. La jerarquía moderada de la Iglesia quiere ahora dar vuelta la página. Ya está. El propio jefe de la Iglesia, el cardenal Jorge Bergoglio, fue duramente presionado por los sectores ultraconservadores católicos, con buenas y con malas artes. Sus palabras más duras fueron escritas en una carta interna a cuatro conventos de monjas carmelitas. La agencia católica AICA la distribuyó luego sin autorización de Bergoglio. AICA no tiene dependencia formal ni informal de la conducción de la Iglesia. Personas cercanas al cardenal suponen que esa carta (que no estaba destinada al conocimiento público) fue filtrada por los sectores más conservadores de la Iglesia. Un importante dirigente radical hizo la mejor síntesis: El día que Bergoglio perdió una votación por este tema en la Asamblea Episcopal y ganaron los duros, empezó a ganar la ley del matrimonio gay. El discurso duro aniquiló cualquier instancia de persuasión , dijo. ¿Se ampliarán los derechos civiles hacia otras conquistas también? ¿Podrán los adversarios o los críticos caminar tranquilos por la calle sin esperar la agresión de fanáticos? ¿Se terminará con la violencia moral que derrumba a cualquier interlocutor de Guillermo Moreno? En esas cosas elementales se encierra ahora la sinceridad o la hipocresía de los que mandan.
Joaquín Morales Solá.LA NACIÓN

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