lunes, 5 de septiembre de 2011

EL CONOCIMIENTO INCRUSTADO EN LA CORDILLERA DE LOS ANDES.

Jorge Ocampo, director de la escuela Nº 301, “Gendarmería Nacional” de la localidad de Potrero Grande, departamento Vinchina, explicó en detalles, cual es su experiencia, en sus 26 años de ejercicio de la docencia en este alejado rincón de la patria. Los proyectos y sueños, las dificultades del clima y las grandes distancias que hay que cubrir; los deseos de los jóvenes estudiantes y principalmente, su esencia como director de una escuela de frontera.La escuelita de Potrero Grande fue fundada en 1973, luego de varios años de su construcción. Esta emplazada a unos 100  kilómetros de la cabecera departamental y a más de 470 de la ciudad de la Rioja. Se enseña bajo la modalidad rural y son alrededor de 22  los estudiantes que asisten. El paisaje que la circunda, con el recorte del cielo realizado por las montañas, nos da la pauta y magnitud de la naturaleza que la rodea. Esta a más de 2680 metros sobre el nivel del mar. El zonda, la tierra y los fríos extremos son los protagonistas de un pueblo que se niega a desaparecer y que aún hoy, reluce su calidad de riojano, a pesar de las distancias. Este establecimiento, al ser de frontera, recibe el apoyo de diferentes instituciones y fundaciones. Una escuela del partido de Vicente López de la provincia de Buenos Aires, y las fundaciones de las empresas Telecom y Minetti, llegan hasta el lugar con provisiones y útiles para los más chicos. Es el establecimiento educativo mas alejado de la provincia. Cuando la gente los visita, ellos se cambian su visión y se ponen felices. Reciben a todos con cariño, amabilidad, y hasta solidaridad en los casos que la altura y la “puna”, le jueguen una mala pasada a quien llega. En algún momento, la Nación, al reconocerlos como Hogar Escuela, les brindó fondos por más de 12 mil pesos. Con ellos, los docentes adquirieron indumentaria para enseñarles a los chicos danzas folclóricas y las alternativas que puede dar el curtido del cuero. Hoy, el cuerpo docente esta integrado por ocho personas que viven en el lugar. En total,  Potrero Grande viven entre diez, a doce familias y “unas dos o tres familias más en el campo y los puestos”, según aclara una docente, mientras sirve un mate cocido. “Somos en total como cien personas”, dice el director. Un centenar de argentinos diseminados caprichosamente en las laderas y cerca de una planicie plagada de plantas arbustivas, típicas de este lugar. Son bajas, la mayoría, por la intensidad del viento y el frío que por las noches castiga sin piedad. En la mañana, en muchas ocasiones, el agua esta congelada y la acequia que cruza la escuelita, parece suspendida en el tiempo. La persona mas longeva del lugar, se llama Ubaldina Barrera, que según expresan los profesores, tiene cerca de noventa, pero no saben con exactitud, por “eso de que antes, no inscribían a los niños cuando nacían, sino años después”. Ocampo se definió como una persona optimista que siempre “trata” de mejorar todo lo que tiene a su alcance. Agradeció profundamente la visita de autoridades provinciales y sostuvo que  “a través de ellos podremos hacer muchas cosas más”. Enseña desde el año 1987, que ingresó como maestro de grado, al igual que otros jóvenes. “Llegamos con la idea de buscar un mejor trabajo y la posibilidad de realizarse en la vida”. El director expresó que “la actual plantilla está conformada por ocho donceles, algunos con bastantes años de servicio y otros con menos experiencia, pero todos le ponen el corazón y su esencia para enseñarles a los chicos”. En cuanto al personal de servicio, indicó que son tres las personas que se ocupan de esas tareas. También dijo que “hay gente que trabaja con un plan municipal, pero dada la realidad económica, este plan no les alcanza para mucho”. En cuanto a la modalidad aprendizaje, el director sostuvo que es muy importante para los docentes poder adquirir experiencia en este tipo de escuelas. “Es el avance apara fortalecer sus cimientos”. En cuanto a los chicos, manifestó que para ellos es necesario mostrarle paciencia y afecto. “Los niños pertenecen a un lugar aislado y muchas veces tienen características particulares. Su único entorno en ocasiones es la escuela y su familia. Por ello de deben tomar otros recaudos a la hora de enseñarles. La vocación juega mucho en este punto”. “El concepto de ser formadores implica mucha responsabilidad y mas que todo, mucho valor ético y moral. Los niños del interior en su mayoría, todavía guardan esa inocencia de la infancia que muchas veces en las grandes ciudades se pierde. Ellos necesitan todas las atenciones ya que padecen muchas necesidades muy diferentes a un niño de la ciudad que pueda salir al kiosco o “hacer un paso”, y tiene muchas mas comodidades”, describió el profesor. En esta escuela los valores básicos de la enseñanza se mantienen. Los niños todavía se sorprenden con curiosidades y en sus ojos brilla una luz de esperanza para que quienes los visitan, se queden más tiempo. Son en ocasiones silenciosos y con la mirada hacia abajo, les cuesta decir su nombre, no obstante, una vez que tomaron confianza se ríen y juegan con total naturalidad. No pelean ni discuten por quien tiene mas, o si las cosas materiales les dan mayor estatus. Ellos, todavía, no saben de eso.Sus caras, manifiestan el rigor del clima. Sus cachetes están colorados y se notan algunas pequeñas marcas, típicas de las poblaciones cordilleranas. Sus palabras son pausadas y se transforman en intensas cuando se entusiasman con un juego",finalizó.

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