Como Mendoza y San Luis, tampoco San Juan, La Rioja y Catamarca retocarían las agujas, por lo que desde el Día de la Madre habrá doble huso horario en el país, con al menos 5 provincias viviendo con 60 minutos de diferencia. En rigor, la medida podría ser calcada por otros distritos como Corrientes, donde también dudan de la efectividad de la estrategia nacional. Ello, pese a las trabas que les generará, por caso, en la coordinación de horarios en los ámbitos bancarios y del transporte interprovincial, entre otros ejes. Se trata de un escenario de mayor rebeldía que el mostrado por el interior del país a principios de este año, cuando sólo el sanluiseño Alberto Rodríguez Saá se diferenció del cambio de hora impuesto por la Casa Rosada. El rechazo de las provincias se sustenta en fuertes cuestionamientos emanados desde los sectores empresarios y comerciales y desde los ciudadanos en general (en las puertas del electoral 2009). De hecho, pegotea a justicialistas alineados -aunque con matices- con Nación (como el mendocino Celso Jaque, el sanjuanino José Luis Gioja y el riojano Luis Beder Herrera) con figuras críticas, como Rodríguez Saá y el catamarqueño y ex radical K Eduardo Brizuela del Moral. Allegados a Gioja y a Beder Herrera aseguraron al diario Hoy que si bien no ha habido aún anuncios, ambos mandatarios se inclinarían esta semana por mantener la hora actual.Las provincias alegan que la medida no sólo no redundará en una economía energética (por caso, las obliga a usar luz artificial al comienzo del día), sino que además generará complicaciones en la vida cotidiana de los ciudadanos -con trastornos del sueño incluídos- y pérdidas en el sistema productivo por los cambios en las costumbres, al oscurecer recién después de las 22. En paralelo, comerciantes y empresarios del Nordeste también muestran su disconformidad con el cambio de hora porque no sólo el ahorro conseguido tras el retoque de principios de este año no fue significativo -o no existió-, sino que además genera un fuerte impacto negativo en materia de cambios de costumbres y pautas de consumo y de su consecuente desaliento en el movimiento económico. Por caso, citan locales gastronómicos con pérdidas por comensales que se resisten a cenar a la luz del día, o mayores costos por la necesidad de extender el uso de equipos de refrigeración o de incrementar el pago a empleados por un horario laboral más extendido (al ritmo del anochecer tardío). Los propios trabajadores además argumentan que en muchos casos esa mayor jornada no se ve recompensada monetariamente, y que el hecho de cerrar más tarde los comercios y empresas genera un problema adicional en materia de seguridad.
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