El duelo nacional por el fallecimiento del ex-presidente Raúl Alfonsín, es altamente merecido, como lo demuestran las manifestaciones populares de pesar que ha recibido durante estos días. En homenaje a su personalidad abierta y llana, no cabe ni la hipocresía de los apologistas post-morten, algunos de ellos desleales en vida, ni la necedad de no reconocer sus meritos políticos. Precisamente, estos alcanzan una magnitud superior frente a la decadencia de los tiempos que vivimos. Éramos sus acérrimos opositores en el FIP, partido liderado por el inolvidable Abelardo Ramos, y nos invitó a conversar en su despacho de Presidente de la nación. Allí conocí su capacidad de dialogo y su tolerancia frente a la critica a su gestión. Se defendió y atacó, sin perder la amabilidad que su alta investidura le exigía. Compare usted con la prepotencia actual, con la exclusión y persecución despiadada del adversario político. Con los sentimientos odio y venganza que alimentan al gobierno kirchnerista. El dialogo es premisa en política. No hay acuerdo sin dialogo. Y no hay democracia sin disenso y acuerdo en lo imprescindible para vivir en común. El Pacto de Olivos, fue producto del dialogo entre Menem y Alfonsín, dos visiones diferentes y hasta opuestas en muchos aspectos. Hubo concesiones de ambos lados. Resultado: la Constitución Nacional que hoy nos rige. Hace poco un periodista le preguntó a Menem, cual era su propuesta frente a la situación de crispación actual. Respuesta: “la Constitución que hicimos con Alfonsín”. El acuerdo o pacto que significa convenio entre personas o entidades que se obligan a su observancia, son inseparables de la democracia. Compare usted, estimado lector, con el contubernio, es decir la cohabitación ilícita, que define el estilo político actual. La lealtad a su partido y el respeto por los otros, fue también merito de Alfonsín. A los partidos en cuanto instituciones de la republica, es decir como organización establecida, fundada, con principios y tradición sostenida en el tiempo. De allí, su incorporación a la constitución reformada, como organizaciones destinadas a superar el tiempo. ¡Que distancia enorme con los llamados espacios políticos, transitorios e intercambiables que infectan la democracia actual! La destrucción de los partidos políticos fue objetivo, primero de Duhalde que comenzó despedazando al partido fundado por Perón en aquel ignominioso congreso de Lanus en el 2003, para evitar la elección interna. Del glorioso PJ hemos pasado al “menú de candidatos” ofrecido por el mismísimo gobernador de la provincia, financiados por la caja donde orondamente se sienta, la del estado, es decir la de todos. Menú a la carta de la cocina de Beder. ¿Y la ley electoral de Beder? Igual que la perinola: todo para mí, nada para vos. alternancia de los partidos en el gobierno es otra de las condiciones para la existencia de la Republica democrática como pretendemos ser. En los 25 años de vida democrática, iniciado por el gobierno del radicalismo en 1983 con Alfonsín, hubo alternancia cuando fue sucedido por el justicialismo con Menem en 1989, reemplazado a su vez por el radicalismo con De la Rua en 1999. Y punto, luego vino la renuncia de De la Rua, anticipada por la de su vice Chacho Alvarez, que desencadenó el descalabro posterior. Kirchner es el producto de la fragmentación de los partidos, que él acentúa con la compra de dirigentes. Borocotización de donde surgen los radicales Kash, peronistas Kash, socialistas Kash. En La Rioja no hubo alternancia, sí golpes de mano, sí leyes electorales excluyentes y comicios fraudulentos. Resultado: una burocracia política opulenta y un pueblo empobrecido. ¿Hay esperanza? Por supuesto, el duelo popular es inteligencia por lo perdido, hay que transformarla en coraje para vencer a la caja y su menú de candidatos rancios.
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