miércoles, 1 de abril de 2009

LA MUERTE DE RAÚL ALFONSÍN: "EL ÚLTIMO PRÓCER".

Escribe Jorge Brizuela Cáceres, periodista, docente, militante radical.
Cuando me sostuvo mi papá en hombros a una esquina de esta Rioja, allá por 1983, vi un hombre de bigotes que hablaba de la democracia, de volver a la vida, de lograr la paz… Apenas entendía. Poco después, ese mismo señor estaba en la tele, recibiendo un bastón y poniéndose una cinta con la bandera, mientras mi tía y mi madre se emocionaban con esa imagen. A los 18, estudiando en la Córdoba, junto con algunos amigos me “metí en política”, y de vuelta en La Rioja -para mi cumpleaños- me afilié al partido de ese hombre, del señor de bigotes. Asumí entonces mis dos pasiones: mi profesión y mi militancia. No tengo grandes palabras, solo el hermoso recuerdo de haberlo conocido y haber conversado con él, y el compromiso vital de defender esta, nuestra democracia, y de luchar por la paz, por la justicia, por la libertad y por la solidaridad. Como cada uno debe hacerlo, más allá de su ideología, cada día desde su lugar, para que NUNCA MÁS la sombra de la tiranía oscurezca nuestro cielo y tiña de sangre nuestro suelo y nuestras aguas. El juicio a las Juntas Militares y a los cabecillas terroristas, el informe Nunca Más, la ley del divorcio vincular, la consulta por el conflicto limítrofe con Chile, el MerCoSur, la “casa está en orden”, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, el “pacto de Olivos”, y cada 30 de octubre y 10 de diciembre son algunas de los hechos, opinables quizás, por los que este señor, este demócrata, este socialista, este patriota, este radical, será recordado por generaciones. La Patria de los Argentinos está triste, desde el Plata a los Andes, porque ha muerto no solo un ser humano, sino el ciudadano por excelencia, el demócrata por antonomasia. Tengo la certeza que este duelo no va durar los tres días que firmó en un decreto el vicepresidente en ejercicio de la presidencia, sino por muchos días más. “No sigan a los hombres, sigan a las ideas”, dijo este líder, y nos queda ese recuerdo para que sepamos que él, como hombre, fue coherente con sus ideas, tal vez uno de los honores humanos más grandes que se puede hacer. Raúl Ricardo Alfonsín ha dejado este mundo en paz a las 20.30 del martes 31 de marzo de 2009, rodeado del amor de su familia y del acompañamiento de sus amigos, respetado por el país y el mundo. Un pueblo que no siempre lo comprendió y al que tal vez amó como pocos hoy lo llora, pero no siente rabia, sino la tristeza propia de quien pierde un amigo, un viejito que estaba siempre ahí recordándonos que “con la democracia se come, se cura y se educa”. Es una paradoja, pero en estos momentos, un radical preside el país. Y ese radical, con sus contradicciones y certezas, debe encabezar, el 2 de abril –día de la soberanía sobre las Islas Malvinas- los actos para despedir al último prócer del siglo XX. La actual presidenta, militante y dirigente de signo político contrario, “no podrá estar” en el país por “problemas de agenda”. El Congreso de la Nación albergará su cuerpo por unos días, ojalá su alma ilumine para siempre las mentes de los que allí nos representan. Ha muerto un patriota. ¡Viva la Patria, viva Alfonsín!

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