lunes, 1 de noviembre de 2010

EL NUEVO GOBIERNO QUE EMPIEZA A EMERGER.

La despedida de los restos de Néstor Kirchner, que durante 48 horas fue registrada por las cámaras de TV, fue también la ceremonia de coronación de su esposa al frente del poder. Detrás de esa escena se perfilaron roles, se intercambiaron mensajes y se tomaron decisiones que permiten vislumbrar la configuración que adoptará el Gobierno a partir de esa muerte decisiva. En el centro del cuadro se instaló un protagonista, si se quiere, nuevo. Es otro Kirchner: Máximo, el hijo. La Presidenta buscará en él un sostén emocional. Pero el joven, que ya se asomó a la vida pública con la agrupación La Cámpora, influirá también en la política. Un ejemplo. Anteayer por la tarde, cuando llegaron al velatorio los diputados del Peronismo Federal, Juan Carlos Dante Gullo los invitó a saludar a la viuda. Pero Máximo denegó la solicitud con un simple movimiento de cabeza. No necesitó consultar con nadie. Kirchner Jr. tiene ojos y oídos en varios rincones del Estado. Andrés Larroque, "el Cuervo", secretario general de La Cámpora, es director de Fortalecimiento de la Democracia en la Jefatura de Gabinete. José Ottavis es director de Estudios Políticos de la Secretaría General y, sobre todo, puente con el ministro de Economía, Amado Boudou. A Iván Heyn se le encomendó la Antigua Corporación Puerto Madero, un condado del reino de Julio De Vido. A la misma liga generacional pertenece Juan Cabandié, el legislador porteño que adquirió notoriedad al vincular a Eduardo Duhalde con el asesinato del trotskista Mariano Ferreyra. La gravitación de Máximo Kirchner no entraña, en rigor, novedad alguna. Muchos presidentes tuvieron hijos que, de un modo u otro, aportaban a la gestión pública. Desde Marcos Lanusse, el hijo del general, que colaboraba junto a David Graiver en el equipo de Francisco Manrique, hasta Antonio De la Rúa, inspirador del célebre Grupo Sushi.  Carlos Zannini se moverá en un espacio similar al del hijo de la Presidenta. De él se espera que asista a la señora de Kirchner en Olivos y que la acompañe como consejero cada vez que haya que tomar decisiones. Este círculo presidencial, asociado a los organismos de derechos humanos, se propuso mantener viva la épica del grupo. En las últimas 48 horas alimentaron la idea de que Kirchner fue un militante que murió librando un combate que aún no ha terminado. Esta lectura es coherente con la decisión de realizar el velatorio en la Casa Rosada y no en el Congreso. Coincide también con la prohibición de asistir a la ceremonia a Duhalde y Julio Cobos. O con la negativa de la Presidencia a recibir el pésame de Alberto Fernández, que fue impedido de llegar hasta ella cuando ingresó en la capilla ardiente. Algunas declaraciones han atizado esta mística del conflicto. Héctor Timerman, por ejemplo, lanzó a Cristina Kirchner para la reelección. Y Hugo Moyano no esperó más de cuatro horas desde que se enteró del fallecimiento del ex presidente para afirmar: "Después de Perón y Evita, nadie hizo más que él por los trabajadores". Con aquella proclamación de Timerman y esta estadística de Moyano quedó bloqueado cualquier puente hacia el mundo exterior. Y también hacia el seno del PJ. ¿Esas manifestaciones forman parte de un plan? ¿Hacía falta formularlas cuando la Presidenta todavía no había enterrado a su esposo y, por lo tanto, no había podido analizar, con serenidad, una estrategia? ¿O se trata de iniciativas individuales, adoptadas por quienes perderían posiciones de poder en el caso de una concertación general de la política? Las guerras suelen ser alimentadas por quienes viven de la guerra. Tal vez no sea el caso de Timerman: al parecer ventiló una decisión del propio Kirchner, quien un par de semanas atrás habría decidido promover de nuevo a su esposa y buscar para sí la gobernación de Santa Cruz. El caso de Moyano es distinto. Kirchner murió mientras intentaba cortarle las alas en el PJ bonaerense. De Vido se encargó, en las últimas horas, de continuar la tarea. La reunión entre los empresarios de la UIA y el camionero fue gestionada por el ministro de Planificación, quien vuelve a echar mano de la idea de un pacto social que refuerce la imagen de gobernabilidad. Es posible que el proyecto de participación de los empleados en las ganancias de las empresas sea la condición de las compañías para ese entendimiento. Algunos bancos de inversión, que habían comprado papeles argentinos el miércoles por la mañana, enviaron ayer a sus clientes informes con interrogantes sobre el nuevo diseño de la administración. Para estos observadores es crucial saber si el Gobierno consigue encuadrar al camionero. Muy simple: más Moyano es más inflación. Entre las pocas instrucciones administrativas que impartió durante el velatorio, Cristina Kirchner le encomendó a Amado Boudou prestar atención al movimiento del mercado y mantenerla informada al respecto. Boudou recurrió a un par de banqueros para proveerse de una información que, hasta el martes pasado, administraba Kirchner. Esa dedicación no impidió algunos desajustes. Por ejemplo: más de un dirigente escuchó a la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, confesar, mientras ambulaba por el Salón de los Héroes Latinoamericanos, que le costaba obtener indicaciones para una colocación de Lebacs. Que Boudou y Marcó del Pont se llevan mal era un dato insignificante en vida de Kirchner. Ahora es un problema que exige ser despejado. De todos modos, las colocaciones de Lebacs o eventuales estructuraciones de bonos no son decisiones para Boudou. En adelante el ministro reportará a De Vido para cualquier movimiento significativo. Más aun, hay quienes preferirían que De Vido lo reemplace. El secretario de Obras Públicas, José López, por ejemplo, que desde hace tiempo sueña con el ascenso a ministro. De Vido deberá afinar su relación con la Presidenta, que siempre estuvo mediada por su amigo fallecido. Cuenta, por cierto, con una excelente "traductora": su esposa, Alessandra Minicelli, "Lali", es una de las principales asesoras jurídicas de la señora de Kirchner. De Vido alimentará su imagen de la economía en varias fuentes. El banquero Jorge Brito es una de ellas. Pero no es el único hombre de confianza del ministro en el sistema financiero. Diego Bossio, el titular de la Ansés, acercará otros interlocutores, como Mario Blejer. De Vido tendrá que decidir también cómo supera sus tensiones con Juan Carlos Pessoa, el hombre que, como secretario de Hacienda, actualizaba día a día, ante la mirada vigilante de Kirchner, el cuadro de ingresos y egresos de cada provincia. El ministro debería descongelar también su trato con Guillermo Moreno, de quien está distanciado hace ya más de dos años. El secretario de Comercio ha sabido, gracias a su proverbial obsecuencia, ganarse la confianza de la Presidenta. ¿Será verdad que está escribiendo un libro para fijar las "verdades" del modelo? Secreto de Estado. Una última función para De Vido: cultivar la red de jefes provinciales y municipales que provean un anclaje territorial para el Gobierno. También ellos comenzaron a innovar durante el velatorio. Los gobernadores pactaron reuniones transversales, que antes estaban vedadas. El primero en convocar a una fue, con absoluta inocencia, el riojano Luis Beder Herrera, para organizar el modo de aparecer en el sepelio. También hay que seguirle los pasos a José Manuel de la Sota, quien tenía agendada una comida con Kirchner para anteanoche. Es posible que estos caudillos pretendan, en adelante, ser consultados antes de que Timerman o Moyano anuncien decisiones que requerirán, luego, su apoyo. Desde que falleció el ex presidente, gobernadores e intendentes perdieron el miedo. Se impone, entonces, el interrogante: ¿hay alguien hoy capaz de disciplinarlos con los mil recursos que administraba Kirchner? En este frente, el oficialismo enfrenta un desafío delicado. Deberá reinventar la política. Daniel Scioli, por ahora, disimulará en este pelotón sus ambiciones presidenciales. Aunque haya quedado al frente del PJ, no se lo verá merodear por esa sede. Nada de levantar la cabeza. Por ahora.

Por Carlos Pagni para La Nación

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