Hay límites que la vida tiene: esa es la muerte. Hasta allí se llega, por lo menos en este plano. Todo tiene límites, hasta en la política, ya que sin el acompañamiento de la gente, no hay políticos. Desde hace un tiempo hay un “murmullo” que inquieta a los oídos, a unos más y a otros menos, pero está. Ese “murmullo” anticipa tiempos tormentosos sino se cambia el rumbo, ya que la pasividad tiene límites, como la vida. El “murmullo” se pregunta cómo hacen los nuevos juveniles para adquirir bienes con sueldos del Estado o ante el temor que ese “murmullo” se acreciente, del día a la noche se esconden como arte de magia, aunque todos lo ven en tierras arauqueñas por relaciones amorosas, que no viene al caso. Todo se sabe en esta Rioja chayera. O que los recursos de programas nacionales no cumplieron el fin, denunciados por propios jefes de quienes lo manejan. Y así decenas, y hasta ver “juveniles” de SAPEM (que manejan tres o más, ya que es un punto poco claro) en autos importados o imponente mansiones, pese que hasta ayer pedían limosnas políticas porque no llegaban a fin de mes. Lo hacen a la vista de todos, si todos serían cómplices de esas picardías, ya que en el fondo saben que todo pasa o mejor dicho no pasa nada. Pero como la vida, hay límites. Hay preocupación en ciertos pasillos de la Casa de Gobierno, que fogoneados por la interna misma, ven que algo está mal y va peor. Ya hay críticas de todo calibre que vienen de despachos de la Legislatura, del propio bloque oficialista, de oficinas de la Casa de las Tejas, de la Residencia Oficial, de la finca La Seis, de Centro Administrativo, más allá de las objeciones que hacen los sectores opositores. En ese cruce de disparos bajos, siempre alguno sube a la superficie para marcar a las claras que hay un cierto temor que no sea el quintelismo, el ambientalismo, Jorge Lanata, que ponga límites, sino la pasividad riojana, que como la vida tiene límites. El Gobierno debe dar un golpe de timón urgente, mover fichas y hacer responsables de ciertos desmanejos, y no sentarse en un atrio a ver pasar la vida, ya que todo tiene un límite. No se puede estar todos los días con la frase “no pasa nada” cuando todos saben que eso no es cierto, ya que los problemas en las calles se acrecientan. Ya no se puede gobernar para sobrinos o mejor dicho que la familia sea un ministro encubierto, un diputado o un intendente, cuando no ha sido elegido por el voto popular. Hay síntomas claros que hay molestias o puede ir más allá, ya que los silencios de la clase dirigencial es un mensaje claro que no avalan casi nada, para decir nada. Algo de eso se escuchó en la Casa de Gobierno en esa mesa chica que reunió el bederismo para delinear su estrategia para el segundo semestre porque ven que el “murmullo” se puede transformar en una realidad. El Gobierno tiene la oportunidad cuando ya pasaron las merecidas vacaciones de dar señales a la sociedad que no seguirá por el mismo camino sino puede ser que viva los límites de la vida, que son la muerte.
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