La vieja casona de la calle Bazán y Bustos empezó a tomar color después de las 18 del domingo. Viejos dirigentes radicales colmaron el salón de la sede partidaria para esperar el resultado. Ya empezaba también a funcionar una propaladora en la que se escuchaban los informes de las radios. A esa hora ya había caído el sol y en el primer piso entre una mesa y un par de sillas, Julio Martínez y Guillermo Galván improvisaban una sala de cómputos. Ramón Brizuela y Doria tomaba un papel usado para anotar datos del interior. Ya alguien cantó una boca de urna oficial y los ojos de los dos principales candidatos se humedecieron, ya que se decía que el 28 de junio no sería una elección más. Con el correr de los minutos, ya no era una proyección sino una realidad porque los mensajes de textos se referían a una excelente elección en Chilecito y Chamical, que luego sucedió. Y además en Capital se ganaba en el centro y en el sur de la ciudad. Ya la vieja sede quedaba chica. Golpeada en su estructura por falta de recursos para los arreglos básicos, los radicales la veían resplandeciente y con el mismo color de décadas anteriores. Besos y abrazos, nerviosismo y alegrías se confundían cuando las urnas ya hablan de que Julio Martínez volvería a la Cámara de Diputados de la Nación, y Guillermo Galván con su compañera de fórmula deberían probarse los trajes de legisladores provinciales y hasta concejales traía las nuevas noticias. Con la calle cortada y con un escenario sobre la caja de una camioneta, el radicalismo armó su fiesta de un segundo puesto con sabor a triunfo. Una vieja militante tomaba un pañuelo para secar sus lágrimas en medio de la marcha radical y cientos de recuerdos para aquellos que ya no están. Un hombre ebrio gritaba “Bien Guillermo” y alguien en el salón esbozaba “Quizás el 2011 encuentre a ellos en la Casa de Gobierno”. La noche del domingo se presentaba fría, pero llena de calor porque la juventud ha vuelto a la política, por la puerta del radicalismo. Y entre tantas fotos, las familias radicales se abrazan con abuelos, hijos y nietos incluidos. “Volveremos, volveremos”, decía otra mujer cansada por un domingo intenso. Luis Beder Herrera hacía una conferencia de prensa en el Salón Blanco de Casa de Gobierno, junto a Jorge Yoma y Griselda Herrera, para aplacar los sueños radicales, beneficiados por los sectores independientes que se cansaron de la mala política. Hoy el radicalismo tiene la oportunidad de ser, pero no lo mismo, sino escuchar a la gente y tratar de buscar las soluciones. Le hace bien a la democracia nuevos aires para un justicialismo atomizado y sin ideas cuando la llave de la caja del Estado no aparece.
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