El secretario de Prevención de Adicciones visitó una serie de residencias y centros de rehabilitación para adictos en el estado de San Pablo, en Brasil. El funcionario riojano fue invitado por empresarios de las comunicaciones y de concesiones de autopistas que colaboran desinteresadamente para combatir el problema de la drogadicción. En ocasión de este viaje a Brasil, Andalor intercambió experiencias con funcionarios, terapeutas, voluntarios y pacientes que trabajan en la problemática en una de las ciudades más grandes del mundo. Durante siete días, el secretario de Prevención de Adicciones, Alberto Andalor, recorrió distintas instituciones relacionadas a la prevención y a la rehabilitación de adicciones. Entre ellas, recorrió las comunidades de la red Fazenda de la Esperanza, que posee su propia casa en la capital provincial, como así también instituciones privadas y cooperativas destinadas a recuperar a pacientes con adicciones. “Uno de los principales objetivos de este viaje fue conocer la parte funcional de estas instituciones, que tienen mucho en común con la forma en que nosotros manejamos nuestros centros asistenciales”, señaló Andalor. En este sentido, dijo que lo positivo de este viaje fue “compartir experiencias y ver el modelo asistencial que ejecutan”. En su visita al vecino país, Andalor fue acompañado por “Ricardinho”, un colaborador de la Secretaría de Prevención de Adicciones, paulista de nacimiento y ex interno de estas comunidades de asistencia. “Nos sorprendió gratamente la calidad de todas las instalaciones que visitamos, tanto las de gestión privada como las cooperativas y las religiosas. Pudimos comprobar el cuidado de las zonas habitables y campos circundantes, la higiene en todos los predios, la organización administrativa y funcional de cada comunidad”, señaló el funcionario riojano. La principal invitación para Andalor fue realizada por los miembros de un grupo de comunidades terapéuticas que pertenecen a Fazenda de la Esperanza, en la localidad Guaratinguetá del estado de San Pablo. “En la Fazenda de la Esperanza fuimos recibidos por el padre César, a cargo de la institución, y que pertenece a la orden de los franciscanos focolarinos. En esta casa de rehabilitación los internos y la misma casa se autofinancian, tienen actividades que hacen los jóvenes de la mañana y los de la tarde, mientras el resto está capacitaciones, realizando terapias, recreación, lectura, entre otros”, comentó Andalor. En esta institución, que pertenece a la jurisdicción de la Iglesia Católica, los jóvenes con problemas de adicción a las drogas tienen un régimen de internación total. “Allí trabajan sobre los ejes de la espiritualidad, el trabajo y la fraternidad. Estos valores son muy importantes no sólo para la rehabilitación exitosa de los pacientes, sino también para lograr personas con valores y útiles para la sociedad”, destacó el funcionario. Este grupo de residencias o “Fazendas” de San Pablo son de grandes dimensiones y albergan a más 240 varones y 80 mujeres y cada género dividido en sus propias residencias. Las mujeres con bebés o niños pequeños viven con ellas en las habitaciones comunitarias. Allí cumplen tareas voluntarias que sirven además para sostener financieramente su estancia y tratamiento. Reciclan materiales que donan empresarios e instituciones, como gomas de camión, plástico, madera, con los que luego diseñan y construyen muebles. Consultado sobre la mecánica de la internación y tratamiento, el secretario Andalor detalló: “Antes de entrar, a los jóvenes o adultos los evalúa un equipo médico, luego los ingresantes firman una carta de voluntad de internación y tratamiento, en la que se comprometen a poner todo de sí mismos para salir de este padecimiento”. Andalor comentó también que los jóvenes internados “aportan su trabajo y fabrican una canasta de distintos productos". "Los mismos padres luego venden esa canasta en sus barrios, sus lugares de trabajo, a un valor que lo pone Fazenda. Con esta venta pagan lo que podríamos llamar la cuota mensual de la internación. Esto se hace para comprometerlos a los padres en la recuperación de los chicos, quizás el requisito básico para que un paciente se recupere”, explicó. En otras Fazendas recorridas por Andalor fabrican también agua de lavandina, junto a las tapitas y las botellas para almacenarlas y venderlas. Otras hacen almohadas con los cotonetes de descarte que la fábrica multinacional Johnson y Johnson dona a estas comunidades terapéuticas. Andalor viajó más de 300 kilómetros al sur de la ciudad de San Pablo para llegar a la “Casa Lar Unidos Pelo Amor” (de recuperación para dependientes de sustancias y gente sin hogar), donde fabrican bloques de cemento para la construcción. “Allí tienen una modalidad similar a la de Fazenda, que es la de curar a través de la fe, con terapias naturales, con una alimentación sana. Tienen un horario rígido, con inicio de actividades a las 7 de la mañana", indicó el funcionario. “Vila Serena”, en cambio, es una comunidad que realiza convenios con empresas y con trabajadores mutualizados, para aplicar terapias rápidas para trabajadores activos. Andalor se entrevistó con la responsable, Silze Morgado, quien comentó que el tiempo de recuperación de adictos es el mínimo e intensivo (de 45 a 60 días). “El paciente ingresa a una casa de alta calidad y no tiene que hacer tareas domésticas, tienen servicio incorporado, él sólo debe atender sus cosas personales (lavar su ropa, hacer su cama). Tienen pileta para terapia, análisis de videos. Hay profesionales médicos de distintos campos, pero también le dan mucha importancia a la parte espiritual”, informó Andalor, quien explicó que en Vila Serena se trabaja en conjunto con las asociaciones Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos, como forma de contactarse con el exterior. “Cuando salen de la Vila, ellos se asimilan a Narcóticos Anónimos, que funciona en la ciudad de San Pablo, y allí siguen un tratamiento ambulatorio", añadió. Un régimen privado similar tiene la Clínica Victoria, dirigida por el psiquiatra Jorge César Gomes de Figuereido, quien le explicó a Andalor que allí se hace una rehabilitación de adictos intensiva para no más de 15 pacientes a la vez. Debido a su eficacia y a su alto costo, sólo acceden a este tratamiento personas de clase alta, figuras de la farándula o el deporte, empresarios, etc. Andalor también viajó hacia el oeste de San Pablo para llegar al “Escuadrao da Vida”. Como la mayoría de las comunidades, sigue un modelo mixto entre médicos y pastores a la hora de efectivizar la terapia. “En el Escuadrao tienen dos modalidades de internación: voluntaria e involuntaria, ambas para casos muy graves de adicciones. Los internos pasan 20 días en una casa aislada, luego 20 días en una casa de transición (que puede extenderse hasta 45 días), con un régimen más suave. Además, los responsables viven en la misma clínica, junto a más de 100 internos”, comentó Andalor. “Muchas de estas comunidades hacen convenios con empresas industriales para hacer algún proceso de la fabricación del producto. Ellos, por ejemplo, realizan embalajes de cubeteras hielo que fabrica una empresa de la zona”, dijo el secretario riojano. Los internos conviven aquí en departamentos grandes, para cuatro personas (sólo varones). Tienen huerta propia, venden verduras, tienen animales de granja y abejas, cuya miel procesan y venden. Cada persona atiende sus efectos personales y la ropa de trabajo se la provee la institución. “Un factor común que pudimos detectar en las más de 15 instituciones que recorrimos en estos ocho días en San Pablo fue es la búsqueda de un ambiente hogareño en cada comunidad, para que el paciente se sienta libre y cómodo. Además, todas tienen un régimen de internación permanente, ya que la mayoría se encuentra en lugares alejados de los centros urbanos. Lo llamativo es que se conjugan los aspectos médico, psicológico y religioso en el abordaje de los pacientes en algunas de estas instituciones”, concluyó Andalor.
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