miércoles, 27 de julio de 2011

TERMINÓ LA LUNA DE MIEL CON LA PRESIDENTA.

 El mensaje oficial es doblemente contradictorio: a Del Sel le adjudicaron sin fundamentos una identificación menemista (¿cuándo, dónde, cómo lo fue?), pero la única constatación política que hay ahora es que Carlos Menem es un aliado de Cristina Kirchner en La Rioja. Ganó el que perdió y perdió el que ganó. Esa es la conclusión santafecina que decanta el discurso kirchnerista. El gobierno de Cristina Kirchner tiene un problema con la aritmética o, entusiasmado con reinventar todo, está innovando también en el simple ejercicio de sumar y restar. Perdió la alianza gobernante en Santa Fe , dice, porque sacó diez puntos menos que hace cuatro años, aunque conservó el gobierno. Repite que ganó el kirchnerismo con María Eugenia Bielsa (que fue siempre una peronista que se mantuvo a distancia del kirchnerismo) y se olvida que Agustín Rossi (la más cabal expresión kirchnerista en Santa Fe) perdió por 23 puntos con el segundo candidato más votado, Miguel Del Sel. La diferencia en contra de Rossi se amplía a más de 26 puntos con respecto del ganador, el socialista Antonio Bonfatti. Las sociedades suelen recibir muy mal esas terquedades políticas. No puede ser casual que los gobiernos de las democracias avanzadas nunca demoren en aceptar las derrotas. No es bondad política, sino pragmatismo: ninguna colectividad humana resiste resignada que la ignoren. El riesgo de Cristina Kirchner, frente a las presidenciales de octubre, está en su predisposición a perseverar en el error más que en cualquier otra cosa. Cuatro días antes de las elecciones santafecinas, la Presidenta fue a la provincia para decir el mismo discurso que la condenó al fracaso en la Capital: los santefecinos vivirían mucho mejor si votaran como ella quería. Porteños y santafecinos rechazaron la extorsión explícita de la jefa del Estado y sentenciaron a sus candidatos a memorables derrotas. Fuerzas de choque kirchneristas (portando las banderas de La Cámpora) agredieron duramente al gobernador Hermes Binner en el acto del Día de la Bandera, delante de la Presidenta. Rossi perdió entonces varios puntos en las encuestas, pero Cristina insistió: lo retó a Binner en público cuatro días antes de las elecciones. Es un estilo muy propio de la Presidenta: le gusta reprender en público a los que no tienen derecho a réplica. ¿No hacía lo mismo con Daniel Scioli cuando éste presidía el Senado y ella era senadora? La acción de esas fuerzas de choque kirchneristas agrediendo a gobernadores había empezado en Córdoba, también con la Presidenta como callada espectadora. La víctima fue entonces el gobernador peronista Juan Schiaretti. Fue el principio de la ruptura con el peronismo cordobés, que se concretó pocas semanas después. Conclusión: las elecciones de Córdoba se harán dentro de diez días y el candidato del peronismo cordobés, José Manuel de la Sota, tiene un discurso cada vez más antikirchnerista. La supuesta y elogiada habilidad política de la Presidenta se parece ya a esas leyendas urbanas que carecen de evidencias. El oficialismo está enojado con los santafecinos, tanto como lo estuvo con los porteños. La única diferencia es que, precavido, esta vez no disparó contra los votantes, sino contra los elegidos por los votantes. Bonfatti no ganó nada, insiste, y Del Sel es la desaparición de la política, según la fórmula del director de la Biblioteca, Horacio González. El secretario de Medios, Juan Manuel Abal Medina, acusó a los medios, en un curioso extravío de su función, de proteger y alentar a un artista que cuestiona la política. Cuestiona la política kirchnerista, que tiene el monopolio de la política. Ningún funcionario se ha preguntado, sin embargo, por qué una porción importante de la sociedad está refutando la política del kirchnerismo. Del Sel fue la herramienta social de esa refutación.El mensaje oficial es doblemente contradictorio: Del Sel es un artista despreciable, dicen sus voceros, mientras los actores kirchneristas son invitados a los actos más envarados en los más históricos salones de la Casa de Gobierno. En la nominación de Amado Boudou como candidato a vicepresidente había más artistas que dirigentes peronistas. Ningún kirchnerista o parakirchnerista, político o intelectual, habló nunca mal de esos actores ni los cuestionó por su identificación política. Pura ideología. Incluso anoche, la Presidenta rindió un emotivo homenaje a Eva Perón, una mujer que también llegó a la política habiendo sido artista. Ninguno reparó, por el contrario, que Del Sel hace buenas elecciones y que los artistas kirchneristas sólo han servido, hasta ahora, para acompañar la desolación de la derrota. A Del Sel le adjudicaron también sin fundamentos una identificación menemista (¿cuándo, dónde, cómo lo fue?), pero la única constatación política que hay ahora es que Carlos Menem es un aliado de Cristina Kirchner en La Rioja. Hay una conclusión política posible y es que terminó la luna de miel de la sociedad argentina con Cristina Kirchner, que empezó cuando la Presidenta quedó viuda. Ahora la mira y la evalúa como gobernante. La sociedad no está masivamente enamorada de ella, pero eso no significa que Cristina ya esté sentenciada a perder la reelección. No tiene la elección ganada de antemano, que es otra cosa. El núcleo duro de los votos presidenciales está en el conurbano bonaerense y en las provincias norteñas. El conurbano tiene una enorme capacidad de decisión electoral, pero no es inexpugnable. En 1997, Graciela Fernández Meijide le ganó ahí a Menem, a Duhalde y a la esposa de Duhalde. Hace menos tiempo, en 2009, Francisco De Narváez le asestó, en la provincia de Buenos Aires, a Néstor Kirchner la única derrota personal que tuvo en su vida de político. Lo único inamovible en el conurbano es un sistema electoral viejo, vetusto, cada vez más enmarañado. Listas colectoras, adherentes, de amigos y de proveedores convertirán al cuarto oscuro bonaerense en octubre, y también el 14 de agosto, en un festival indescifrable de papeletas. La política santafecina estableció la boleta única, que nadie puede robar porque desaparecerían todos los candidatos. Es un sistema limpio, en el que cada elector marca su preferencia en una sola boleta. Eso le permitió a Del Sel ganar en mesas donde no tenía candidatos ni fiscales. En marzo último se votó en Salta con voto electrónico, que es otra manera más moderna y transparente de hacer elecciones. La modernidad chocó siempre con la barrera de conurbano. Peronistas y radicales no quisieron cambiar nunca el antiguo sistema. Felipe Solá propuso cuando era gobernador hacer una prueba piloto de voto electrónico en Olavarría. Nunca llegó a hacerla. Los intendentes del conurbano le saltaron al cuello. La oposición no lo defendió. En los hechos está la tácita confesión de la culpa.

Por Joaquín Morales Solá para La Nación.

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