martes, 9 de octubre de 2012

CANAL 13 REALIZA UN DOCUMENTAL SOBRE LA VIDA DE MENEM.

La vida del ex presidente y actual senador nacional, Carlos Menem, quedará plasmada en un documental que realiza el Canal 13 de la Capital Federal. Por ese motivo, un equipo periodístico y técnico del Grupo Clarín se instaló en La Rioja, donde recaba datos e información sobre la vida del ex mandatario nacional. Uno de los primeros entrevistados fue durante el fin de semana el ex intendente y ex diputado provincial por Arauco, Nicolás Martínez. En su domicilio particular de la localidad de Aimogasta recibió al equipo de Canal 13. En la oportunidad, Martínez contó distintas vivencias con Menem, a quien conoce hace muchos años y se autodefine como "el único menemista" que queda en la República Argentina. Dentro de ese trabajo se recordará lo que se llamó el “voto pendex”, siendo una habilidad fantástica de los argentinos para banalizarlo todo. La intención de usar el voto adolescente como sostenedor de un proyecto de eternidad en la Casa Rosada no es original del gobierno de Cristina Fernández: lo impulsó Carlos Menem en 1993, cuando aspiraba a ser reelecto y todavía no había ni miras de reformar la Constitución, facilitada luego por el radicalismo de Raúl Alfonsín, que firmó el Pacto de Olivos. La decisión de hacer votar a los chicos fue lanzada por el entonces ministro del Interior de Menem, Gustavo Béliz, al amparo de lo que entre marzo y abril de ese año se conoció como “reforma política”, en medio del escándalo de corrupción desatado en Italia por el caso mani pulite (manos limpias), que había involucrado a funcionarios del Gobierno argentino. Béliz, un cruzado anticorrupción que tiempo después fue barrido del Gobierno, defendió aquella reforma que incluía internas abiertas en los partidos, blanqueo de aportes a partidos y candidatos, un sistema de tachas para mejorar las listas sábana, que los partidos no desaparecieran por falta de votos y, entre otras cosas, el “voto pendex”. La idea no cayó demasiado bien. El 60% de la población, entre ella los adolescentes, la rechazaba porque sospechaba afanes electoralistas en la pata de la sota, según las encuestas publicadas entonces. A la sospecha no le faltaban razones: se trataba de 1.300.000 votos en danza a los que el proyecto quería dar carácter optativo, pero con los que Menem planeaba arrasar en las elecciones del ’95. El riojano actualizaba la estrategia de Juan Perón, que en el 73 admitió con cierta irreverencia: “La primera elección la gané con los hombres, la segunda la gané con las mujeres y la tercera la voy a ganar con los chicos”. Y así fue. Los chicos que en 1993, hace casi veinte años, tenían 16 o 18 y rechazaban votar, hoy tienen 36 o 38; muchos tal vez sean dirigentes políticos, funcionarios, tal vez ministros, quién sabe. Y quién sabe si se acuerdan de cómo pensaban hace casi dos décadas. Por supuesto, las opiniones de entonces guardan un inequívoco parecido con las de hoy. Un sector minoritario de los jóvenes, de los más allegados al menemismo, afirmaba que tenían derecho a participar, aunque nadie planteó, como hoy, su derecho a ser elegido. Del otro bando, el rechazo era el de la oposición a Menem. La propuesta languideció meses después. En julio de ese año, el Gobierno la cajoneó por el magro apoyo que había despertado. Cuatro años después, también con el guiño de Menem, reelecto en el ’95, volvió a plantearse el voto pendex, que ya no se llamó así. Fue una iniciativa del entonces senador riojano Jorge Yoma -hoy diputado- y, en apariencia, renuente a la re-reelección de la Presidenta. De nuevo, los jóvenes encuestados decían no tener interés en votar y muchos de ellos admitían no tener militancia política. La idea también durmió el sueño quién sabe si de los justos. La historia depara algunos sobresaltos. En 1993, el país entero dijo no al voto pendex. En algunas provincias la negativa fue feroz. En una de ellas, por ejemplo, 83% de los encuestados le dijo no al voto joven. Y sólo 7% dijo sí. Fue en Santa Cruz, que entonces era gobernada por Néstor Kirchner.

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