lunes, 28 de julio de 2008

PAREDES URQUIZA IMPULSA UN PROYECTO PARA UNA TELEVISIÓN EDUCATIVA.

El diputado nacional Alberto Paredes Urquiza acaba de impulsar en el Congreso un proyecto de ley de televisión educativa, por el cual propicia modificar la ley de radiodifusión para que, a partir de marzo próximo, los canales de televisión abierta irradien contenidos educativos durante su programación, incluyendo la franja horaria que va de 8 a 18 horas de lunes a viernes. La normativa -que ya fue girada a las comisiones de Educación y de Comunicaciones e Informática de la Cámara baja- prevé que los contenidos deberán ser dispuestos por el Ministerio de Educación de la Nación y que el Poder Ejecutivo tendrá que decidir sobre la cantidad y extensión horaria de ese tipo de programas. El proyecto dispone beneficios en los gravámenes fiscales que deben abonar las estaciones de televisión que cumplan con la ley, y también impone sanciones impositivas para quienes no lo hagan. La iniciativa contempla modificar el artículo 20° de la ley N° 22.285, "para que los programas de televisión educativos de carácter sistemático respondan a los lineamientos de la política educativa, respetando los derechos, principios y criterios establecidos en la Ley Federal de Educación, y habrán de difundirse con lenguaje adecuado", dice la propuesta. Además, sugiere incorporar un artículo 20º bis, que contemple que "todas las estaciones de radiodifusión de televisión cuya señal se origine en el territorio nacional y no se transmita en forma exclusiva por cable, deberán emitir preferentemente programas con contenido formativo o educativo, en la franja horaria comprendida entre las horas 8 y 18 de lunes a viernes". Dice el proyecto de ley que "dichos programas, cuyo número y extensión horaria determinará el Poder Ejecutivo, se ajustarán a los lineamientos y directivas generales que emita el Ministerio de Educación de la Nación, y estarán destinados a servir de complemento y apoyo al proceso educativo formal". "Bajo los lineamientos marcados por la autoridad educativa, cada estación de radiodifusión de televisión podrá libremente adoptar los formatos, contenidos, guiones, etc. que estime conveniente, sin perjuicio de la facultad de dicha autoridad de objetar el programa emitido si considera que el mismo no se ajusta al objetivo de esta ley", precisa la iniciativa de Paredes Urquiza. Y prevé que "las estaciones de radiodifusión de televisión gozarán de una reducción de entre el 10 y el 33 por ciento de lo que tributen en concepto de gravámenes establecidos, dependiendo de la cantidad de programas de contenido educativo que emitan. A las estaciones que no emitan programas de contenido educativo se les aplicará una alícuota equivalente al quíntuple de los gravámenes regulados". Resulta indubitable el valor de la educación, para el progreso y desarrollo de los pueblos. Esta tarea ha sido marcada entre los aspectos primordiales de la política de gobierno de la actual gestión. Se ha dictado recientemente una nueva ley de educación, que propicia la utilización de todos los medios que la tecnología moderna ofrece, para su incorporación al proceso educativo. Siguiendo entonces tales directivas, es que se propone mediante este proyecto de ley, el uso del más formidable vínculo de comunicación y divulgación que existe en la actualidad, que lo viene siendo desde hace décadas y continúa aún a la vanguardia, atento su masividad, gratuidad (parcial, dado que el servicio es en algunos casos pagado), interés, etc. Y me refiero a la televisión. Tampoco voy a explayarme aquí sobre esta obviedad, ampliamente fundada y reafirmada, más no puedo escapar a un ejemplo que en cualquier lugar del país puede observarse: la influencia de la televisión ha llegado al punto de establecer tendencias en el lenguaje.Cualquiera que observe y escuche a un chico de clase media, de alrededor de cuatro y hasta los siete o más años, notará que sus expresiones no son las que comúnmente usamos en el país, tampoco sus palabras. Su manera de hablar, por el contrario, parece a la de un niño de Centroamérica o de México, es decir de los países en donde se doblan los programas de dibujos animados que esos chicos observan a diario, con los cuales crecen, y que, virtualmente los “forman” cultural y hasta socialmente en la actualidad. Si a esto le agregamos que los chicos de mayor edad, desde los diez en adelante y hasta la juventud, han perdido prácticamente el hábito de la lectura, inclinándose, si cuentan con posibilidades de hacerlo, por la computadora y su conexión a Internet, vemos que los modelos del sistema educativo deben imperiosamente adaptarse a esta nueva realidad. Es claro que hoy en día despierta mayor interés la televisión o la red mundial de computadoras, que la clase de la maestra o del profesor. Aunque cueste admitirlo (o aunque se intenten épicos esfuerzos, cuando no sean solo discursos, por volver a imponer el “modelo tradicional”), esta es una realidad que no parece admitir vueltas atrás. Entonces, entiendo que es nuestro deber adoptar las medidas que, en forma responsable y madura, nos lleven como sociedad a usar todos los medios a nuestro alcance para volcarlos decididamente a favor de este proceso, la educación. Y uno de esos medios es, según lo dicho, la televisión. Ahora bien, en el contexto actual, los contenidos transmitidos a través de la televisión, ¿son útiles, o contribuyen en forma decidida al proceso de formación de nuestros niños y de nuestros jóvenes? ¿Se puede decir que lo que aquellos aprenden o aprehenden de la televisión les sirve para la escuela, para complementar o ayudar al proceso educativo? Me parece que la respuesta es claramente negativa; salvo en los casos específicos de programas “documentales”, que muy poco se encuentran en la programación de los canales de televisión abierta, o de los canales dedicados exclusivamente a esta programación, que solo pueden verse por cable, pero que además no tienen una metodología o una sistemática de transmisión de conocimientos coherente con el proceso educativo formal, aunque es innegable su aporte formativo. ¿Es posible pensar entonces en utilizar a esta herramienta, de modo obligatorio, como un complemento para el proceso educativo? Sacándole a la pregunta lo escrito en bastardilla, la respuesta, me parece que prácticamente inobjetable, es sí. Es posible y hasta necesario que hoy en día se use a la televisión como herramienta del proceso educativo, cohesionando sus contenidos, su programación, al menos en un segmento del día, con las etapas formales de la educación. Desde otro ángulo, es posible hacerlo en forma obligatoria? Es decir, resulta factible, con un sistema constitucional de libertades y de respeto a la propiedad privada como el nuestro, “imponer” normas que obliguen a las emisoras de televisión a realizar y poner al aire programas de contenido educativo? Entiendo que, tratándose de una política de estado, que todos los argentinos acordemos desarrollar, no habrá obstáculos para que todo canal de televisión, al menos los de la televisión abierta, acepten desarrollar esta clase de programas, más allá del contenido “comercial” de la programación, indispensable para la subsistencia y progreso de todo emprendimiento privado. Pero, para el caso de negativa, me parece que es posible diagramar un mecanismo de incentivo y apoyo, o fomento, para los programas educativos, mediante un sistema de contribución estatal, a través de incentivos fiscales concretos como rebajas de impuestos, premios, subsidios, y, por otro lado, una mayor presión impositiva para quienes consideren que es mejor tener otro tipo de programación. Por las razones expuestas, me permito proponer ante la Honorable Cámara de Diputados, este proyecto de ley sobre televisión educativa. En realidad se trata de la incorporación de un artículo a la ley de radiodifusión ya existente, pero que estimo resultará de singular implicancia en la misma".

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