Las dificultades planteadas por la naturaleza y el clima, siempre fueron una constante a la hora de las mejoras que pueda buscar el ser humano en los sistemas de producción. El ejemplo es el notable crecimiento en posibilidades tecnológicas vinculadas con la agricultura; la siembra y la cosecha; las mejoras genéticas y hasta los sistemas de mercadeo. La búsqueda constante y la intervención a la naturaleza, es difícil, pero en algunos casos se puede conseguir con fines positivos y concretos. Es el caso de las lluvias artificiales que durante años quitaron el sueño de científicos e investigadores y hoy, de la mano de tecnología de última generación, retornan para satisfacer necesidades. El caso testigo la iniciativa que hay en Copiapó, en la región de Atacama en la zona central de Chile, uno de los puntos más áridos del planeta. Lejos de creencias amuralladas en el misticismo y visiones sin rigor científico, el gobierno chileno a través de su ministro de Agricultura, Álvaro Cruzat anunció una millonaria inversión de 400 millones de pesos chilenos, aproximadamente un millón de dólares, para promover la realización de tareas científicas relacionadas con las lluvias artificiales. Este anunció se realizó por intermedio de la Comisión Interregional de Déficit Hídrico, entidad chilena que se encuentra abocada a enfrentar la crisis de la falta de agua que afecta diferentes zona del país trasandino. El Diario de Atacama, en su edición del martes 14 de febrero publica un artículo referido al tema y cuya autoria es de la periodista Mabel González. En el asegura que el gobierno chileno invertirá la cifra antes mencionada y con ello logren incrementar en un 20 por ciento el régimen de precipitaciones en las cuatro regiones centrales de Chile. El proyecto incluye la estimulación y siembra de nubes en la región central de Chile, siendo las zonas mas afectadas Atacama, Coquimbo, Valparaíso y parte de O’Higgins. Señalaron que con esta inversión, el bombardeo de nubes comience en mayo, una vez que cada Consejo regional apruebe los mecanismos correspondientes. Con este plan se pretende aumentar entre un 10 y un 20 por ciento de las precipitaciones de regionales con mayor déficit hídrico, lo cual puede ser muy relevante desde el punto de vista del agua acumulada. Este programa, que contempla tanto la siembra de nubes terrestres como aéreas, tendrá una duración de tres años. Aseguraron las autoridades chilenas que en función de los resultados positivos como en otros países, la experiencia se puede extender. La intención, de estas nuevas vinculaciones tecnológicas es que esta tipo de acciones se mantenga en el tiempo. El plan contempla una acción conjunta entre actores del gobierno, privados, mineros y del agro, asegura la fuente del Diario De Atacama. En estas regiones hay alrededor de 95 comunas declaradas en emergencia agrícola por déficit hídrico y aseguran que no obstante se seguirán avanzando en otro tipo de soluciones. Las primeras investigaciones sobre lluvia artificial fueron realizadas al finalizar la II Guerra Mundial por dos científicos de General Electric en Nueva York. Vicent J. Schaefer e Irving Langmur (Nobel de Química 1932), utilizaban un frigorífico para estudiar las causas de la formación de hielo en las alas de los aviones, fenómeno que durante la guerra había causado graves problemas, especialmente en los aterrizajes. Un día, Schaefer, cuando intentaba reducir rápidamente la temperatura del congelador mediante la introducción de una pastilla de hielo seco (dióxido de carbono sólido), observó la formación súbita de abundantes copos de nieve. Según sus palabras "se había desencadenado en el frigorífico una tormenta de nieve en miniatura". La idea de provocar lluvias artificiales en el seno de las nubes surgió inmediatamente. Los primeros ensayos se verificaron sembrando hielo seco finamente pulverizado desde un avión en el seno de nubes cumuliformes (cumulonimbos), de gran desarrollo vertical y, por tanto, con su cima a muy baja temperatura. Las gotitas de agua subfundidas de la nube se transformaban en cristales de hielo que aumentaban rápidamente de tamaño y caían en forma de lluvia, nieve o granizo. Poco después, otro colaborador de General Electric, Bernard Vonnengut, experto en núcleos de cristales, descubrió que el ioduro de plata poseía una estructura microscópica muy semejante a la del hielo. De acuerdo con la teoría de la epitaxis, si dos minerales de diferente especie, poseen una compatibilidad estructural, sus cristales pueden crecer conjuntamente en determinadas direcciones. Vonnengut pensó que el ioduro de plata, en virtud de esta propiedad, debería ser un núcleo de condensación mejor que el hielo seco en la producción de grandes cristales y provocaría la lluvia con mayor eficacia. Además, calentando el ioduro de plata para formar un vapor ascendente, la siembra podría realizarse desde el suelo. Este compuesto se usa hoy rutinariamente para eliminar la niebla a ras del suelo y evitar el cierre de los aeropuertos. Es capaz de producir lluvias y copos de nieve cuando actúa sobre nubes a temperaturas próximas a – 4º C, mientras que el hielo seco sólo era eficaz a temperaturas próximas a – 40º C. Esta problemática fue la que detonó la idea del Dr. Raúl Pérez, quien dirige el “Proyecto de ingeniería de los estudios climáticos para incrementar precipitaciones por técnicas artificiales”. El programa, que trata de dar una respuesta a la cada vez menor cantidad de agua existente para los recursos humanos, es coordinado entre la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) y la Municipalidad de San Martín. “El método que se ha elegido para modificar los procesos meteorológicos es la siembra de nubes. Se introducen ciertos químicos en la nube para aumentar el tamaño y la cantidad de gotas para que puedan llegar al piso”, indicó Raúl Pérez. A modo de explicación, el profesional adelantó que “el proyecto realizará estudios e investigaciones de la atmósfera y nubes de la región, para adaptar las metodologías de incremento de lluvias que se utiliza hace décadas en el resto del mundo. Los resultados posibilitarán implementar un programa propio de lucha contra la sequía y desertificación eficiente que permitirá mitigar los efectos de carencia de precipitaciones de forma sustentable y disminuir la preocupación que se genera todos los años en la gente que vive en Mendoza”. La Región de Atacama presenta clima desértico. Se destacan tres condiciones climáticas: una en el sector costero, con influencias marítimas, otra en la pampa intermedia y por último el sector cordillerano con incremento de las precipitaciones y régimen térmico frío. Copiapó al norte, es de una rigurosa sequedad, en cambio de Copiapó al sur, la inexistencia de la cordillera de la Costa permite alguna forma de efecto marítimo en la humedad sin nubosidad, que atenúa las características desérticas. La amplitud térmica es mucho mayor que en el litoral. La diferencia entre el mes más cálido y el más frío es de 7° a 8º C en Copiapó y Vallenar mientras que se estima inferior a 6º en la zona costera. Mucho mayor es la amplitud térmica diaria que alcanza del orden de 13º a 15º C, lo que es una buena muestra de la continentalidad. Las precipitaciones aumentan con la latitud y con la altura, concentrándose en los meses de invierno. Los totales anuales llegan a 12 mm en Copiapó, 19 mm en El Salvador, 32 mm en Vallenar y 34 mm en Los Loros. Clima desértico marginal de altura, se manifiesta sobre los 2.000 m de altura.
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