viernes, 27 de noviembre de 2009

LA PRESIDENTA, EL DERRUMBE MORAL Y EL ENGAÑO IDEOLÓGICO.

La declinación de la imagen positiva de la Presidenta y su esposo tiene mucho que ver con su visión sesgada de la realidad. Las sucesivas comprobaciones y evidencias de la corrupción que envuelven al matrimonio gobernante hacen cada vez menos creíble la autenticidad de su caracterización como abanderados de un pensamiento progresista e idealista. Todavía hay sectores intelectuales, estudiantiles, artísticos o profesionales que no adhieren al kirchnerismo por dádivas materiales, sino por razones ideológicas, e ignoran los deslices morales de la cúpula gobernante remedando aquello de "roban pero hacen". En este caso el hacer es su discurso setentista, sus alineamientos internacionales y los juzgamientos y las condenas unilaterales de militares y policías. Hay motivos, sin embargo, para suponer que esta estrategia oficial de poder pierde sustento aceleradamente. La hipocresía de asumir un pasado combativo que no fue, hoy se puede cotejar con evidencias históricas que surgen de la indagación periodística o de los testimonios de compañeros de tiempos pasados y que ahora están dispuestos a hablar. El desengaño gradual de los seguidores de los Kirchner se potencia con la difusión de su enriquecimiento injustificable o el derrumbe de explicaciones viciadas de falsedad e hipocresía, como las que se emplearon para tapar el escándalo de la famosa valija de Antonini Wilson. No es extraño que estén surgiendo diversas expresiones contestatarias en ámbitos sindicales, estudiantiles y piqueteros, que hasta hace poco formaban parte de la claque oficial. Hoy es frecuente escuchar repudios callejeros a la riqueza personal de nuestros gobernantes ante el contraste con la ampliación de la pobreza en la Argentina. Estas imágenes de irritación suelen también observarse en las manifestaciones espontáneas de gente angustiada ante cada muerte, secuestro o robo producidos por la creciente inseguridad que el poder no logra controlar. La pregunta inmediata de los ciudadanos es dónde está y qué hace el poder. La respuesta, también inmediata en la imaginación popular, es haciendo dinero para su propio patrimonio. El pueblo es así: simple en sus planteos y en sus respuestas cuando cuenta con evidencias que mueven su reflexión. La imagen positiva de la Presidenta y su esposo ha declinado fuertemente. La explicación de este fenómeno no debe buscarse sólo en aspectos materiales de la economía o del empleo, sino principalmente en el cansancio moral de la ciudadanía. Este a su vez tiene fundamento en los hechos de corrupción que comentamos, a lo que debe agregarse la reacción ciudadana ante un manejo del poder que no respeta las instituciones ni las reglas de la república. El mensaje del resultado adverso de las elecciones legislativas del 28 de junio ha sido desconocido por un gobierno que ha acentuado su proceder amañado para lograr adhesiones en la votación de leyes apropiadas a sus ambiciones de poder. Así ha sido con la prórroga de la emergencia económica, la ley de medios o la reforma política. La compra de voluntades mediante el uso y la asignación discrecional de fondos públicos sigue siendo un instrumento espurio del gobierno en contradicción con la ética y la democracia. La evidencia del engaño con las candidaturas testimoniales no produce ni siquiera un sonrojo de quien las inventó ni tampoco de quienes se prestaron a ellas. Se entiende por todo esto el estado de ánimo de una ciudadanía que no busca ni ha buscado una interrupción de una gestión de gobierno, pero que clama por la recuperación de la moral pública y por el funcionamiento de una Justicia sin amedrentamientos ni sujeciones. La renovación del Parlamento el próximo 10 de diciembre aporta, aunque tenuemente, una luz de esperanza. La nación.

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