miércoles, 31 de marzo de 2010

LA DIGNIDAD DE LOS GOBERNADORES.

Con su cantimplora vacía, un caminante anda exhausto por el desierto. Se le acerca un mercader que le ofrece agua y comida a cambio de su dinero. El caminante se lo da, pero el mercader le exige además que se postre y lo adore. El caminante se niega. El mercader se aleja entonces, dejando a su interlocutor en el umbral de la muerte. Cuando algunos tratan de explicar el significado de la palabra "dignidad", acuden a la parábola del caminante y el mercader para sugerir que ella es, en definitiva, una frontera moral. ¿Cuántos de los 17 gobernadores que anteayer acudieron a Olivos para escuchar el monólogo de la Presidenta serían capaces de reiterar la conducta del caminante? ¿Cuántos de los siete gobernadores que no fueron invitados rechazarían el convite presidencial si el próximo martes fueran convocados? ¿Cuántos de los 24 gobernadores están dispuestos a plantarse en nombre de la dignidad frente al Estado unitario que los presiona?. En Olivos, la Presidenta reforzó esta presión por dos vías. Una, jugando con invitar a algunos gobernadores mientras demoraba la invitación a otros hasta al martes próximo, en tanto dejaba entrever que a los más díscolos quizá ni los invite. La otra, declarando que, si tiene que compartir el impuesto al cheque como quiere la oposición desde el Congreso, prefiere simplemente renunciar a él. El mensaje fue claro: si el impuesto no va a ser mío, que no sea de nadie. Para decirle que no a Cristina Kirchner sin temer el castigo financiero que recaería sobre ellos y sus pueblos, nuestros gobernadores necesitarían que se cumplieran dos condiciones. Una, subjetiva, es la dignidad que algunos tienen y otros no. La otra, objetiva, es que, para evitar el padecimiento de sus pueblos, deberían poseer además recursos locales suficientes. Si bien diezmados por la voracidad unitaria, estos recursos todavía existen. Pero aparte de ser "dignos" o "indignos", nuestros gobernadores han sido buenos o malos administradores del residuo que les queda. Sólo aquellos que han sido buenos administradores están en condiciones de decirle que no al mercader que los aprieta sin padecer un altísimo costo fiscal. Hay gobernadores como el chubutense Das Neves, el puntano Rodriguez Saá y un par de otros más como Mauricio Macri, que han podido resistir la invasión unitaria porque supieron sumar la buena administración local a su dignidad personal. Pero hay otros gobernadores como el santafesino Hermes Binner que, aunque tienen dignidad, han carecido de una buena administración local por lo que, para sostener su "no", tendrían que subirse al heroísmo del que hizo gala, antes de morir, el caminante de la parábola. ¿No sería demasiado exigirles a los gobernadores ineficientes que condenen a sus pueblos a la inanición, con tal de no postrarse ante el mercader voraz?
Por Mariano Grondona

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