El Gobierno mira el calendario, se fija en diciembre y trata de extender, como pueda, la agenda de temas para sacar en el Congreso antes del recambio legislativo. Es claro que el escenario será otro a partir de la asunción de los diputados y senadores electos el 28 de junio. Pero todavía puede marcar la agenda e impulsar polémicos proyectos. El próximo paso será la reforma política. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, está terminando de hacer los últimos ajustes para presentar el proyecto. La intención es votarlo antes del recambio legislativo. Dicen en el Gobierno que no debería haber reproches de la oposición porque el contenido se discutió en las reuniones convocadas por el Gobierno inmediatamente después de la derrota electoral del oficialismo, el 28 de junio pasado. Se olvidan que la oposición dio por terminado el diálogo con un portazo. Se concentrará en dos asuntos. Uno sensible, que es el financiamiento de la política. El otro, interesante, pero dependerá de la voluntad política del Gobierno por instrumentarlo y de los partidos: internas abiertas simultáneas y un sistema similar al de los Estados Unidos, con colegios electorales. Es decir primarias. Si no se somete el proyecto al debate en el Parlamento y sólo se intenta avanzar con una iniciativa para sacarla con la mayoría kirchnerista se volverá a cometer el error de forzar reformas estructurales sin el consenso necesario. Y será otra reforma que alimentará el cajón de las leyes impracticables. No sería nuevo ni sorprendente. Ya pasó con otras reformas políticas surgidas del reclamo popular de 2001. Será otro tema sobre un escenario político convulsionado, en el que todavía no termina de cerrarse el debate sobre la legitimidad de la ley de medios. Ese asunto volverá a ser desde hoy objeto de disputas entre el Gobierno y la oposición. La fricción por una maniobra oficialista para salvar un error en la Cámara de Diputados sin cambiar la ley en el Senado ha colocado la reforma bajo sospecha.
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