miércoles, 3 de marzo de 2010

EN LA ARGENTINA EL PROBLEMA ES LO REAL.

Mal que le pese a la Presidenta, ni el Gobierno ni los medios de prensa pueden inventar e imponer una realidad. Más allá del análisis pormenorizado del discurso presidencial durante la inauguración del 128º período ordinario de sesiones en el Congreso Nacional, importa destacar el contexto general en el que se inserta. Señalar, como lo hizo la Presidenta, la división de la Argentina en dos países -el de lo virtual y el de lo real- es un desafortunado recurso dialéctico. Alentaría, de ser cierto, la lucha entre ambas visiones dispares en lugar de procurar la concordia entre los argentinos. Esa concordia supone, como paso previo, la disposición al diálogo al que se ha negado el gobierno de estos últimos siete años. Por el contrario, es lo que aun antes de asumir comenzó a practicar el presidente uruguayo, José Mujica, por tomar un ejemplo cercano y a un protagonista incuestionable de la extrema izquierda rioplatense de los años setenta, no a personajes elaborados, con pantalones o polleras, por improbables leyendas. Está probado que los Kirchner no pueden limitarse a desarrollar los puntos de lo que ellos denominan su "modelo" sin al propio tiempo descalificar, muchas veces con violencia o con sorna a quienes sindican como enemigos. De esa manera, el oficialismo cree ubicarse en el mundo real, condenando a la oposición a discurrir en el campo de lo virtual. Se trata de un tema antiguo. Desveló a los filósofos presocráticos, algunos de los cuales proclamaban la "realidad" de las ideas, mientras que otros adherían a la realidad de los objetos, de las cosas, es decir, de lo que se puede percibir por los sentidos. Mientras tanto, el cacareado "modelo" no acierta con otra dirección que no sea la del desenfrenado gasto público y los ardides para vulnerar las facultades de los otros poderes del Estado. El mundo de las ideas, de raigambre platónica, llegó a la política de la mano de las utopías y de las ideologías, en tanto que la estructura mental de los hombres de Estado -aristotélicos, a veces sin saberlo- siempre optó por el anclaje en lo real. Lo novedoso en el particular enfoque de la Presidenta es que ella ha recalificado las categorías anteriores y, desde el país real en el que caprichosamente se ubica, sitúa al resto de la población en un país virtual, presuntamente creado por los medios de comunicación. Y como tal, según ella, inexistente. Sin poder desprenderse de la visión distorsionada que tiene de los medios de comunicación, la Presidenta sostiene, en cuanta oportunidad se le presenta, que son esos medios los que crean un país virtual que no encaja por cierto con su visión "real" de las cosas. Obviamente, los opositores a su gobierno lo son en la medida en que se dejan influenciar por los medios. Por eso, también forman parte del "país virtual". Esa pueril actitud presidencial se desmoronó fácilmente cuando la oposición "virtual" triunfó, de forma real y categórica, en los comicios del 28 de junio último. ¿A qué mundo pertenece entonces la Presidenta? ¿Al de los que realmente reconocen el resultado de aquellas elecciones o al de los que lo ignoran o lo niegan en una muestra de virtualismo rayano en lo cínico? Sorprende, con todo, que la Presidenta no haya dicho en el mensaje ante el Congreso de la Nación una palabra sobre las crisis financieras de la mayor parte de las provincias argentinas, ni de la inflación y sus consecuencias, ni del aumento alarmante de la pobreza que acompaña a la dramática extensión de la inseguridad física de los habitantes del país. En cambio, se reservó la oportunidad para formular graves denuncias contra la Justicia. Dijo que existen jueces que cobran por excarcelar delincuentes. Es notable que desde la más alta tribuna del país se haya hecho esa afirmación como si se tratara de la opinión de un comentarista de la actualidad nacional. Si a la Presidenta le consta lo que ha dicho, tiene la obligación de ponerlo en conocimiento de la Justicia. No es su papel jugar desaprensivamente con las instituciones. Desde luego que hay malos jueces. Lo hemos dicho desde aquí hasta el cansancio en los últimos años. Basta observar cómo se comportan algunos magistrados y fiscales en causas que comprometen hasta en el terreno penal a funcionarios de diverso nivel de las dos últimas administraciones. Es igualmente curioso que en un país donde el Gobierno ha instalado la más flagrante falsificación de las estadísticas, la titular del Poder Ejecutivo se tome el trabajo de memorizar cifras e índices que son un producto fantasioso, descalificado en todos los órdenes de la población. El arte del ilusionismo consiste en ocultar los mecanismos que hacen posible el truco. Hasta en eso decepcionó el discurso: los bigotes del señor Moreno estaban en exceso a la vista. Tan irrebatible es ese asunto que sería una broma a tono con el discurso presidencial preguntarles a los Kirchner si las cifras del Indec que inventaron pertenecen al mundo de lo virtual o a la órbita de lo real. Para sopesar debidamente el surrealismo de la indagación tengamos presente que el titular de la CGT -nada menos que él- ha tomado antes de ahora posiciones contrarias a las de la Casa Rosada. Lo hizo al afirmar que entre las cifras del Indice de Precios al Consumidor del Indec y las que surgen de las góndolas de los supermercados, los sindicatos tienen claro que estas últimas son las reales. El juego entre los entresijos de lo real y la "falsa realidad" que presuntamente reflejan los medios constituye un leitmotiv al que recurre con insistencia el kirchnerismo, por lo menos desde el conflicto que generó con el campo. Ha llegado la Presidenta a decir que ella no entiende cómo "la gente no cree lo que ve, pero cree lo que le cuentan los medios". ¿No se habrá puesto a pensar que tal vez sea ella quien ha entrado, desde hace tiempo, en el campo deletéreo de lo virtual y que la gente, en definitiva, cree lo que ve y que, además, coincide con lo que los medios le informan? Para cualquier persona es sumamente penoso no percibir la realidad. Pero si esa persona ejerce además la primera magistratura del país, las consecuencias de la carencia pueden resultar letales para la sociedad en su conjunto. Porque, en definitiva, los problemas se suscitan en el mundo de lo real y es allí donde se resuelven o se postergan. Si fueran virtuales, o sea, creaciones gratuitas de los medios, nadie se preocuparía en demasía y los votos no le hubieran sido tan dramáticamente esquivos a los Kirchner como lo son hoy las encuestas. Los dos decretos -uno de ellos, de necesidad y urgencia- amañados en complicidad con la mayoría del directorio del Banco Central en circunstancias en que la Presidenta hablaba ante la Asamblea Legislativa han objetivado el desprecio gubernamental por los representantes del pueblo y de las provincias. E, incluso, por la Justicia, pues el presidente de la Corte Suprema estaba presente en la ceremonia. El significado de aquellos decretos y de sus consecuencias ulteriores tiene como problema una categoría propia e inusual, pero sin su mención se habría amputado una parte gravosa de la jornada en que ha quedado de nuevo en evidencia el grado actual de calidad en que se sumen las principales instituciones del país.

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