viernes, 12 de marzo de 2010

EL GOBIERNO SIN LIDERAZGO NI ESTRATEGIA.

Mercedes Marcó del Pont ya tiene los votos senatoriales suficientes como para ser presidenta del Banco Central. La oposición debió tragar ayer el mismo remedio que le reprochó al oficialismo (dejar sin quórum la sesión del Senado) para no mostrar que había perdido definitivamente esa batalla. Las dos principales figuras presidenciables de la oposición, Julio Cobos y Carlos Reutemann, están pagando con su propio capital político las increíbles derrotas parlamentarias de una oposición también increíble. ¿Qué explica, a estas alturas, que algunos legisladores se vayan con proyectos y figuras políticamente terminados (el kirchnerismo y el matrimonio que lo gobierna) y que, al mismo tiempo, abandonen o desairen a dirigentes en condiciones de prometerles el poder que viene? Hay razones políticas, económicas y personales que explicarían muchas cosas. Pero hay también, y sobre todo, una fenomenal crisis de liderazgo en la oposición y una carencia casi conmovedora de estrategia común en el arco antikirchnerista. La oposición debería despedirse, en lo fundamental al menos, de la senadora Roxana Latorre, que integraba el núcleo de los 37 opositores. Sus declaraciones de ayer (en las que acusó de golpismo a algunos senadores opositores) fueron más graves que cualquier desborde verbal del jefe de la bancada oficialista, Miguel Pichetto; éste nunca llegó a tanto. Sin embargo, Latorre prometió luego al plenario de los 37 opositores que votaría a favor de modificar la coparticipación de lo recaudado por el impuesto al cheque y para que se rechazara el decreto de necesidad y urgencia que permitió el traslado de reservas del Banco Central a la Tesorería nacional. Latorre fue la principal colaboradora de Reutemann durante 30 años. Esa sociedad política terminó el año pasado, cuando Latorre le escondió a su jefe la noticia de que le había dado una ayuda fundamental al Gobierno. Reutemann la echó entonces de su bloque y nunca más le habló ni la miró. Es cierto que la senadora tiene una especial predisposición para deber favores a medio mundo, pero es igualmente veraz que un político debe aprender a olvidar sus filias y sus fobias. Los mejores políticos son los que tienen el estómago blindado para poder tragar hasta lo que detestan. Reutemann debió hacer un esfuerzo por contener a una senadora clave en un cuerpo donde las votaciones y los quórum se deciden, y se decidirán, por un voto. Reutemann dijo ayer que su entusiasmo por la presidencia cayó al subsuelo después de la semana que transcurre. Estos días, es cierto, confirmaron sus peores fantasmas. Muchas cosas que pasaron las venía anticipando en conversaciones muy reservadas: la campaña será dura, larga y cruel, dijo hace unos 20 días, y agregó: "El país que dejarán los Kirchner no tendrá un peso y habrá demasiadas deudas". Puede ser que carezca de la cintura de un político clásico, pero no se le puede negar la certeza del presagio. No obstante, el precio político que pagaba era por otra razón: todos lo miraron a él cuando irrumpió la deslealtad de Latorre. El otro voto con que contará el acuerdo de Marcó del Pont es el de la senadora rionegrina María Bongiorno. Ella llegó a la banca de la mano de Pichetto (ambos integraron la fórmula senatorial en Río Negro) como resultado de un acuerdo entre el kirchnerismo y el Frente Grande, un partido en desuso nacional que todavía tiene vida en algunas provincias. ¿Por qué la oposición contaba con 37 votos firmes si uno de ellos era el de una aliada de Pichetto, el capataz de las tropas kirchneristas en el Senado? ¿Cuánto podía durar esa fidelidad? El Gobierno se aseguró, con Latorre y Bongiorno, el acuerdo para Marcó del Pont hasta septiembre, cuando concluirá el mandato del ex presidente del Banco Central Martín Redrado. Carlos Verna, otro exponente de los supuestos 37 opositores, lo había sacado al Gobierno del laberinto sobre las reservas con un proyecto de ley que es peor que el último decreto de necesidad y urgencia de Cristina Kirchner. El proyecto de Verna no prevé fondos para las provincias, al revés de lo que el senador pampeano había anunciado, y no contempla la creación de una comisión bicameral de seguimiento del uso de esas reservas, como sí lo hace el DNU de la Presidenta. El Gobierno es un cazador solitario que va por la vida fulminando de a uno a los legisladores opositores. El radical Gerardo Morales cometió el error de creer que podía protagonizar durante cuatro días el liderazgo personal de una oposición variopinta, contradictoria e inestable. Guste o no, el kirchnerismo es una minoría política y parlamentaria que actúa como un ejército compacto, que gana territorios por izquierda o por derecha, en zigzag o en línea recta. Se desliza cómodamente entre las muchas fisuras que le abren sus opositores. Esas imágenes de triunfos, más que los triunfos mismos, explican también las victorias indescifrables. Cobos pagaba los errores de sus correligionarios y los propios; el vicepresidente fue el que le permitió al oficialismo simular durante cuatro días una negociación en la que éste nunca creyó. Fue Cobos el que convocó a la primera reunión entre oficialistas y opositores. Los senadores radicales criticaban a Morales y los diputados radicales hacían lo mismo, pero en público. ¿Le es imposible a Cobos fijarles una política y una estrategia a los legisladores de su partido? Esa pregunta era frecuente ayer en la cima de la política opositora. Era el precio político que pagaba Cobos. La semana próxima podría ser diferente. Quizás la oposición logre el rechazo parlamentario del último decreto de necesidad y urgencia, aunque Elisa Carrió pedía una declaratoria de nulidad absoluta. Algo más grave y fulminante, pero sin consenso todavía. Sea como sea, el Gobierno tendrá ya en el bolsillo a Marcó del Pont y podría, en la semana siguiente, alzarse con otra victoria. Cada proyecto será una batalla con victorias y derrotas muy efímeras. Los senadores opositores pidieron que la reunión de la comisión que decide sobre las sesiones sea convocada para las últimas horas de los días previos a las reuniones del Senado. Los opositores necesitarán, de ahora en más, contar uno por uno a cada uno de ellos, a última hora, ya casi en el momento agónico, inseguros e imprecisos ante los certeros disparos del cazador furtivo.
Joaquín Morales Solá. LA NACION

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