El periodista del diario La Nación, Carlos Pagni, analizó este lunes la decisión de Luis Beder Herrera, tras recibir a Francisco De Narváez, en la columna titulada "La apuesta de Kirchner es ganar en la primera vuelta, en 2011". La nota es la siguiente: Presa de su compulsión a continuar en el poder, Néstor Kirchner se ha abocado a dos tareas descomunales. Una es la construcción de un mundo aparte, distinto del que percibe la mayoría de sus conciudadanos. La otra, el montaje de una ingeniería electoral que distribuya los votos de modo tal que su candidatura a la Presidencia se imponga sin ballottage el año próximo. Ambos cometidos se asientan sobre una sociología muy rudimentaria. Pero Kirchner les dedica casi todo su tiempo. Los vetos a las leyes que promueve la oposición; las agresiones al periodismo; la pretensión del G-20 de que el Fondo Monetario Internacional supervise la contabilidad pública, y la detención del fisgón Roberto Larrosa en el Ministerio de Economía son hechos desvinculados sólo en apariencia. Detrás de ellos se esconde la dificultad de los Kirchner para abordar fenómenos que no coinciden con lo que ellos esperaban de la realidad. La oposición obligará pasado mañana a Eduardo Fellner a girar la reforma al impuesto al cheque a las comisiones de la Cámara baja. Diputados cercanos a Felipe Solá pretenden modificar el texto para obligarse a aprobarlo por mayoría absoluta, saldando así la controversia constitucional. La ley regresaría al Senado y, como para insistir en la versión original hacen falta dos tercios, quedaría aprobado. Pero la Presidenta igual vetaría. No conformes con que rechacen en una solicitada los $ 8000 millones que les corresponden, ella y su esposo esperan que los gobernadores vayan a la Corte Suprema a impugnar lo que apruebe el Congreso. Para disimular esta renuncia al federalismo, Kirchner piensa lanzar hoy con esos mandatarios la discusión de otro régimen de coparticipación. Todos saben que se debate otra cosa: la aspiración del matrimonio a mantener sometido al PJ bajo el yugo de la caja. Los diputados aprobaron el jueves el nuevo régimen de decretos de necesidad y urgencia, aunque sin dos cláusulas controvertidas: la capacidad del Congreso para anular un DNU y la prohibición de que la Presidenta vete esa ley. Pero mientras la oposición discutía, Jorge Yoma se burlaba: "Sean claros, porque lo que dicen me sirve para redactar los considerandos del veto". Cristina Kirchner vetará también, como informó ayer La Nacion, cualquier reforma al Consejo de la Magistratura, a pesar de que sus diputados habían pactado un dictamen con el radical Ricardo Gil Lavedra. Ella pretende otro cambio: establecer el juicio por jurados en las causas penales graves. Los Kirchner han resuelto que la oposición no convertirá sus iniciativas en ley si no cuenta con los dos tercios de los votos, que es la mayoría necesaria para doblegar el veto presidencial. Este criterio se sostiene en que ellos no creen que el parlamento actual exprese la voluntad popular. Y no la expresa porque la derrota del 28 de junio pasado no habría sido un veredicto genuino de la ciudadanía, sino el resultado de un gigantesco complot informativo orquestado por los medios. El punto de vista de la oposición, entonces, no será tenido en cuenta hasta tanto se desbarate esa conspiración periodística. Primero se intentó hacerlo con la ley de medios. Pero, como los resultados demoran en llegar, el kirchnerismo optó por el escrache, pestilente método fascista con el que ahora se pretenden impartir lecciones de derechos humanos. Es más probable que el espíritu faccioso contamine también esta causa, último vínculo del oficialismo con el discurso progresista. Hay un puente que va de los vetos a la agresión al periodismo: es el empeño de Kirchner por negar lo que ocurre ?la corrupción, la inseguridad, la escalada de los precios, el autoritarismo?, para dar espacio a lo que le convendría que ocurriera. De la misma matriz conceptual y moral nace la adulteración de las estadísticas sobre pobreza, empleo e inflación, que impide a Cristina Kirchner aceptar un vistazo del FMI sobre sus cuentas, compromiso que ella asumió ante el G-20, en Londres, hace poco más de un año. La Presidenta soñaba regresar a esa liga con el acuerdo con los holdouts como certificado de buena conducta. Pero ahora deberá justificar que es la única del grupo que no puede exhibir su contabilidad. Tal vez, se apresuró cuando, al anunciar el canje, proclamó: "Volvimos al mundo". La opacidad de las cuentas públicas permite que, en la Argentina, prospere un primitivo negocio de espionaje como el que habría montado hace ya años Roberto Larrosa, preso ahora por capturar con su lupa y su linterna información que, en una sociedad democrática, no debería estar reservada a quienes pueden pagar esas prestaciones clandestinas. Al penalizar las actividades irregulares de Larrosa, el Gobierno ataca el mismo problema: se propone obturar un circuito informativo en el cual, sospecha, abrevan las consultoras privadas que elaboran los índices que desmienten al Indec. No debería llamar la atención, entonces, que los vetos, la manipulación del Indec, los ataques a la prensa y el escarmiento para el fisgón Larrosa hayan salido de la misma cabeza. Una cabeza arcaica, que sueña con un apagón informativo capaz de sustituir la realidad que percibe la mayoría por otra menos exigente para su carrera de poder. Es la cabeza de Kirchner. Sobre esta monotonía el jueves último contrastó un episodio inesperado: Francisco de Narváez fue recibido delante de la prensa por el gobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera. Este negocia con la Casa Rosada la renovación de la promoción industrial (10.000 puestos de trabajo) y un imprescindible monto de aportes nacionales. ¿Qué temerario arrebato de autonomía lo llevó a fotografiarse con De Narváez? ¿O los Kirchner han entrado, por razones misteriosas, en un trance de pluralismo? Fantasías. La hospitalidad de Beder fue autorizada desde Olivos e indica que Kirchner está habilitando el interior del PJ para inducir a sus adversarios a competir con él por la candidatura presidencial. Esta ingeniería electoral complementa aquella ortopedia sobre la opinión pública en la que está empeñado. Kirchner sabe que sólo retendrá el poder si el año que viene logra ganar en primera vuelta. En consecuencia, debe unificar al PJ y fragmentar a la oposición. Y el PJ sólo podría unificarse a través de una elección interna. De Narváez está dispuesto a darla. En julio, irá al juzgado de María Servini de Cubría para pedir que no se lo discrimine por haber nacido en Colombia. Después le pedirá a Kirchner que comparta la junta electoral del partido. "Es un iluso, Néstor jamás entregará esa llave", dicen los que conocen al santacruceño. Otro obstáculo de De Narváez es Eduardo Duhalde. "No sé si tiene un acuerdo con Kirchner, pero todo lo que hace es para debilitar a quienes ya demostramos que podemos derrotarlo", sospecha. Sobre el sistema electoral pesa una enorme incógnita. Los jueces federales pueden declarar la inconstitucionalidad de las primarias a pedido de los pequeños partidos que ven, de improviso, caducar su personería. Esos jueces están molestos con el nuevo régimen, que les arrebató la administración de los padrones en beneficio de la Cámara Nacional Electoral. La más revoltosa es, como siempre, Servini, que allanó el Registro Nacional de las Personas y amenaza con procesar a su titular, Mora Arqueta. Para Florencio Randazzo, de quien depende Arqueta, es una burla intolerable. Pero la policía está bajo el control de su rival Aníbal Fernández, que desobedece a la Justicia sólo cuando se intenta allanar el sindicato de aeronavegantes, no el Ministerio del Interior. Kirchner se beneficia con la incertidumbre electoral. El sólo se postulará si ve, en diciembre, que su imagen se recupera. Y su imagen se recuperará si consigue remodelar a la opinión pública. Es un desafío enorme. Pero el único posible para alguien incapaz de remodelarse a sí mismo.
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