A una semana de las elecciones, la gente, en general, ha perdido interés en la campaña ante la difusión prolífica de encuestas que hablan de un triunfo de la candidata oficial. Es como si se hubiese puesto en marcha un mecanismo de "profecía autocumplida" -muy utilizada en la economía-, que de tanto anticipar algo, termina convirtiéndose en realidad.
Entonces, como nada puede ser cambiado, poco vale la pena movilizarse para hacerlo. Este es el ánimo que envuelve ahora a buena de los votantes que irán a las urnas el 28 de octubre.
Hasta la oposición terminó enfrascada desde hace tiempo en una pelea por el segundo puesto, ante la posibilidad, no muy convincente, de forzar un ballotage.
Elisa Carrió asegura que su intención de voto ronda el 15 % y que esta cifra la ubica en el segundo lugar de la grilla.
El problema es que volvió a naufragar en el mar de frases no del todo oportunas, que ningún asesor de imagen aconsejaría para una campaña electoral.
En este caso, expresó que cualquiera fuera el resultado de las elecciones será la última vez que se presente como candidata presidencial.
Esto deja traslucir una sensación de inmediatez y no un proyecto de largo plazo, más tratándose de una mujer joven que puede pensar en otros turnos electorales.
En contraposición, a Roberto Lavagna le aconsejaron desacartonar su imagen y, a partir de ese momento, salió a recorrer las calles, a pesar que, claro está, no muestra allí su mejor perfil.
Cuentas y más cuentas
En cercanías del ex ministro hacen cuentas, y dicen que hay provincias en donde están peleando cerca de la punta, como Mendoza, Córdoba y Misiones.
En las dos primeras por el arrastre del voto radical histórico, y en Mendoza, puntualmente, porque se espera cierto castigo al gobernador Julio Cobos, compañero de Cristina.
En Córdoba, en tanto, por los alejamientos de la vereda kirchnerista de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti, como así también de Luis Juez.
De ser así, el kirchnerismo habrá pagado un alto precio por su doble juego, ya que al principio del gobierno de Néstor Kirchner hubo un acercamiento concreto a Luis Juez, y, al final, terminó apoyando, aunque a reganañadientes, al candidato delasotista.
Juez terminó llamando a votar en blanco en la presidencial, mientras que al gobernador De la Sota como a Schiaretti, les cayó como una bomba la extrema frialdad que demostró Cristina durante un acto realizado la semana pasada.
De hecho, la Casa Rosada tampoco reconoció nunca el triunfo de Schiaretti, a quien el escrutinio definitivo, que será dado a conocer durante las próximas horas, le ratificará la ventaja de poco más de un punto sobre Juez.
Para agregar más confusión, el jefe de Estado recibió en las últimas horas al intendente electo de la ciudad de Córdoba, el juecista Daniel Giacomino, quien expresó su respaldo a la primera dama.
La preocupación no es poca ya que se ha percibido una fuga de votantes de Cristina tras estos enjuagues políticos en el distrito mediterráneo.
En Misiones pasa algo especial, porque el que lleva a Lavagna en la boleta, el intendente de Posadas, Jorge Brignole, tiene algunas chances ante la división del espacio kirchnerista.
El apadrinado por el oficialismo nacional, el vicegobernador y pastor evangélico Pablo Tschirsch, perdió puntos cuando se supo que no era profesor, tal como se lo llamaba.
Luego quiso contraatacar y denunció que Brignole tampoco tenía el título que ostentaba, y este aprovechó la oportunidad y lo desafió a un debate televisivo.
Este fue con su título en mano, pero Tschirsch no se presentó y recibió otro golpe.
Por su lado, el candidato rovirista Maurice Closs también perdió peso específico cuando apareció envuelto en el medio de una extraño festejo organizado por maestros.
Y hasta Ramón Puerta, enfrentando con el kirchnerismo lleva a Cristina Presidente en todos sus sublemas, algo que sorprendió a propios y extraños.
Todo esto pone en pie de paridad a todos los candidatos y hace bastante cruenta la campaña.
Bueno, el ex ministro Roberto Lavagna no descarta un buen resultado en estos distritos como para arrebatarle el segundo lugar a Carrió.
Pero, más allá de suma en algunas provincias, al mismo tiempo, tuvo la mala nueva que perdió algunos votos justicialistas en la provincia de Buenos Aires, a manos del puntano Alberto Rodríguez Saá.
Tampoco pudo hacer pie firme en la Capital Federal, donde Carrió cuenta con un interesante nivel de aceptación.
En Buenos Aires, sobre todo, la pelea sigue siendo por porciones menores de la torta electoral, ante lo que se presume será una victoria contundente de Cristina y también de Daniel Scioli.
Es que ninguno de los aspirantes pudo romper el vallado histórico en el principal distrito del país, donde el PJ asentó bases sólidas hace más de cinco décadas.
Sólo el entusiasmo democrático que despertó Raúl Alfonsín en el `83 y el voto ético que supuestamente despertaba la Alianza en el `99 pudieron quebrar el curso electoral.
Es ocioso recordar que los dos gobiernos sucumbieron por graves problemas económicos y de gobernabilidad.
Para el consultor Ricardo Rouvier, Cristina Fernández, gana claramente en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Jujuy, Salta, Chaco, Formosa, La Rioja, Chubut, Río Negro, Santa Fe, Misiones, Corrientes, La Pampa, Tucumán y Santa Cruz.
Con menor distancia ocupa el primer lugar en las provincias de Córdoba -donde Lavagna supera su promedio nacional-, en la Ciudad de Buenos Aires.
También estaría venciendo en Tierra del Fuego, donde la gobernadora electa es del ARI, y en Neuquén, provincia de donde parte el candidato Jorge Sobisch.
Siempre según Rouvier, el único distrito en que se pone en duda la victoria de senadora es San Luis, ya que allí es la comarca de Rodríguez Saá.
Hora de balance
En el final del gobierno de Néstor Kirchner, y ya en horas de balance, se puede hablar que pudo durante su gestión aprovechar los beneficios del arrastre que dejó la brutal devaluación de 2001 y un contexto internacional con precios muy positivos para el país.
En ese marco, descendieron verticalmente la desocupación y los niveles de pobreza, aunque en un país que había dejado a la mitad de sus habitantes en esa condición.
Sin embargo, en esencia, este gobierno no ha cambiado el modelo económico, si se tienen en cuenta algunos datos sociales relevados durante los últimos días.
Por ejemplo, que el 28,3 por ciento de los habitante del país sigue sumergido en la pobreza, según datos de la consultora SEL de Ernesto Kritz, con información confiable que los del INDEC.
O que el 10 por ciento de los argentinos vive apenas con 11 pesos por día, mientras que medio millón de hogares tiene la posibilidad de gastar hasta 700 pesos cada 24 horas, de acuerdo con un trabajo de la consultora CCR.
Este mismo trabajo indica que sólo el 5 por ciento de los argentinos de mayor poder adquisitivo concentra un cuarto del ingreso nacional.
Otro datos advierten que una gran cantidad de los empleos son en negro o de baja calidad, algo que no sólo genera inequidad social, sino también competencia desleal entre empresas.
Mientras que el consumo del "Paco" -llamado la droga de los pobres- ha tenido un crecimiento del 300 por ciento en el último año, según datos revelados por el politólogo Rosendo Fraga.
Estas serán algunas de las grandes tareas que tendrá por delante el próximo gobierno, porque un país que se pretende maduro y democrático no puede dejar a gran parte de sus habitantes en la marginalidad.
De lo contrario, se avanzará en una solución "a la brasileña" con un abismo entre clases.
Aquel será también el camino valedero para disminuir los siempre alarmantes índice de violencia e inseguridad que azotan en buena parte de la geografía del país.
Sobre este tema, la Universidad Torcuato Di Tella presentó los resultados del Índice de Victimización de septiembre, y este arrojó que el 33,3 por ciento de los hogares entrevistados declaró haber sido víctima de un delito en los últimos 12 meses.
Según esos relevamientos, el delito en la ciudad de Rosario y sus alrededores afecta al 43,1 por ciento de los hogares.
Es decir que el crecimiento de la economía no ha permitido reducir en la misma manera el índice de violencia.
En este caso, tampoco se puede pensar en un despegue definitivo si un país tiene a buena parte de su sociedad inmersa en el temor.
El gobierno que asumirá el 10 de diciembre tendrá dificultades objetivas para disminuir esas carencias, ya que se prevé un aterrizaje, aunque suave, de las tasas de crecimiento.
Además, con una inflación instalada casi en un punto mensual se condena a traspasar la frontera de la pobreza.
El trayecto, quizás más largo pero también efectivo, para ir solucionando este problema será el de atraer más inversiones y mejorar la calidad del empleo.
Para ello, el próximo gobierno deberá ganar la batalla de la confianza que tanto se ha deteriorado en los últimos tiempos por el manejo de la cosa pública.
Un pacto social puede ser un buen punto de partida, aunque este debe ser lo suficientemente amplio y creíble, y no limitarse a sentar alrededor de una mesa a empresarios y sindicalistas amigos del gobierno.
Voceros oficiales dejaron trascender que este pacto abarcaría sueldos, precios y decisiones de inversión, y que la intención es que se extienda por dos o tres años.
La duda lógica en este caso es si habrá empresarios dispuestos a firmar un compromiso de largo plazo en esta Argentina siempre impredecible.
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